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Decía días atrás a mi peña del Twitter, que eso del «gate» ya lo utilizaban en mi pueblo hace muchos años, que era un redondelito en la parte baja de las puertas humildes por donde se concebía y permitía el tránsito libre de los gatos: una gatera. Lo que pasa es que los ingleses tomaron el palabrito y, sin saber lo que es apócope, escribieron tan solo las cuatro primeras letras.
Pues resulta que, cuando por motivos de celos de gatas o visitas indeseadas, la gente tapaba las gateras, los misinos descifraban las claves del escape y creaban rutas alternativas.
Sobre si este panorama informativo que florece con el cablegate inaugura o no una nueva época (menos dura y ruda?) es cuestión poco discutible para los que pensamos que todo lo que se avecina es casi lo mismo que acabó yénsose. Algo así como la tensión big-bang/big-crunch. Quienes permitían el libre ajetreo de gatas y gatos, habrá que decirles que eran muy liberales.
De lo que sí estoy seguro es que si se reestructura el bienestar al modo liberal falsario, como defiende ahora y luego el señor Aznar, vuelve a poner en reflexión una tensión descriptible es pocos términos: «el estado de bienestar es el que provoca malestar en los poderosos«. Esta frase se la di una vez escrita en una notita al ilustre Manuel Marín y me sonrió,… sin llegar a decir ni «dura» ni «ruda».
No hace falta aclarar que por la gatera también entraban gatos extraños, por muy populares que tuviesen las apariencias.
Goyo
07-dic-10