A los campos

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Cae grisáceo el mejor disolvente, el más abundante y vital. Cae el 80% de Kate Moss, el 80% de Ibarra o el 80% del lince ibérico. Yo, siempre en minoría, me conformaría con el 20% restante.

Llueve en cantidad justa y comedida; la suficiente para recordar los urbanismos de verano y las meigas incendiarias gallegas.

Además, por parsimonia de tiempos repetidos, la lluvia ha roto las semillas en tallos verde-otoño y un suelo marrón-mojado tapa la maraña de raicillas blancas que invaden los campos antes polvorientos. Llueve para aprender la primera lección de Edafología.

Llueve en mi tierra sedienta de aguas de cielos grises, de vientos cálidos venidos de Portugal, de ambiente húmedo para secar en el brasero.

Llueve con la dulzura de lo que nunca es cansino, de lo que sirve para cubrir, de lo que inunda los interiores de los manantiales.
Llueve para que la hidrosfera se reparta, la sed se aplaque y las eléctricas se alcen.

Goyo

25-oct-06


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