Normas rápidas para el cultivo del cinismo

Diogenes

Conviene revisar lo pasado para contemplarnos cómo somos de cambiantes por ser malos conservadores.

Diógenes era un griego casi como los que «los-mercados» quieren que sean los griegos de ahora: lo más parecido que tenía a una moneda, era la boca del viejo tonel de madera donde habitaba. Decidió vivir, como el grueso de su camarilla de pensadores, al estilo perro, como viven en libertad los canes,… a modo «canino», que es lo que significa cínico: «perruno».

El desafío moral (Diógenes se empapó de Sócrates a través de Antístenes) de los cínicos primitivos, era transformar la vida de pobreza, en virtud. Vivían como mendigos ilustres por las calles de Atenas, vagabundos ausente de las dependencias materiales y viajeros incansables entre las libertades de pensamientos. Uno de ellos : «¿Por qué -le preguntaron- la gente da dinero a los mendigos y no a los filósofos?» «Porque –repuso- piensan que, algún día, pueden llegar a ser inválidos o ciegos, pero filósofos, jamás».

A su corto pensamiento, debemos la idea de «autosuficiencia», en el sentido de procurarse una vida natural y alejada de los lujos de la sociedad, de conformarse con la tenencia de un bastón, un zurrón, una manta raída y cuenco. Éste último lo despreció, se deshizo de él cuando observó a un niño beber del arroyo usando las manos como cuenco. Un ecologista extremo y radical, por si acaso alguien de hoy se cree algo.

El ejercicio de los mensajes de convicción quizá fue el origen de la perversión del término «cínico»; Diógenes tuvo un tiempo de fina ironía paseando la pálida llama de una simple linterna por las luminosas calles atenienses: buscaba hombres honestos. Este tipo de enfrentamiento intelectual entre lo que se hace y lo que se piensa, siempre ha constituido un paradigma explicativo de cómo ocurren las cosas: te lo digo al revés para que entiendas. La luz de Diógenes sigue encendida y dispuesta para no caer en la dependencia de «basuras sociales», de materiales de posible utilización que nunca utilizaremos, de adornos que nunca nos servirán de decoro, de bienes que nunca remedirán nuestros males,… El desprenderse, el liberarse de estas contradicciones entre el deber y el hacer, el tener y el ser, el predicar y el dar trigo,… sigue constituyendo el alimento para el ejercicio moral; los adultos, como los jóvenes y los infantes, nos fijamos en los modelos que los altavoces sociales nos ponen como ejemplos de dónde tenemos que fijarnos: no voy a poner ningún nombre.

La construcción del juicio moral no requiere de mucha sabiduría arquitectónica, ni de estudios elevados de Filosofía; lo que sucede es que optamos por dar valor a un tonel o a un chalet, a una científica callada y trabajada o a una insultante artista bocafloja, a un desgarrado comprometido con los derechos humanos o a una experta en la búsqueda y uso de las patrañas verbales del nuevo cinismo. Que ha llegado a tal extremo, que parece usual la expresión «Síndrome de Diógenes» aplicada al coleccionismo de elementos inútiles por consumistas. Rico Diógenes que a su sombra crecen los perezosos de la reflexión.

A falta de hacer caso a lumbreras e iluminados, practicamos la abundancia del moderno cinismo hasta introducirla en la ciénaga del chismorreo negro, del chiste malo:Datos muy preocupantes de la DGT, confirman que el 23% de accidentes de tráfico son provocados por consumo de alcohol; lo significa que el otro 77% de los accidentes son causados por los hijos de la gran puta que beben agua, zumos, refrescos y otras mariconadas. ¡¡Al loro con los abstemios!!, que la lían parda… los cabrones…

Creed que hay gente que cobra más de doscientos mil euros al año por alimentar y exponer, de forma cotidiana, este ejercicio. No es lo malo que esa misma gente more ricas casas; lo no parece que nos parezca justo, es que nos vayan preparando un tonel con televisión incluida, desde donde se emitirán los valores suficientes para sentirse debidamente convencidos y protegidos.

Otra anécdota cuenta que, una vez, Alejandro el Magno arregló su agenda para hacerle un visita, mostrarle su reconocimiento y concederle cualquiera de sus deseos perentorios.

Pídeme lo que sea, al momento lo tendrás.»
Que no te pongas delante, que me quitas el sol.»

Expresada mi confianza en la autosuficiencia que podemos adquirir con el estudio de estas líneas y, teniendo ustedes también la oportunidad frecuente de detectar otras muchas de manera cotidiana, nos debemos dar por enteradas y enterados para que así no haya susto cuando oigamos o leamos a gente en el ejercicio de esa cosa tan extraña que aún seguimos llamando Ética.

Goyo
22-dic-10
Día en que comienzan a hacerse más cortas las noches.

Es que somos malos…!

No es la primera vez que observo cómo creamos arriesgadas interpretaciones de lo que ocurre.

Ahora ocurre que por estos sitios del oeste ibérico no llueve tal como la memoria colectiva dice que debería llover. A esta constatación contrastada, se suma la abundancia de noticias procedentes del noroeste, recordándonos así que se sigue mojando lo que llovió ayer;… y se suman las intempestivas tormentas mediterráneas de otoño, allá por el este.

Y en estas tierras nuestras, habituadas antes a refrescarse según el santoral, no llueve. («La otoñá verdadera, por San Bartolomé, la primera» (24 de agosto). Se nota que no llueve no solo porque el cielo aparece despejado con rutina o no solo porque los pequeños lirios de septiembre siguen ocultos bajo tierra, retrasados, escondidos, temerosos,… Se nota que no llueve porque el ánimo visual espera ver marrones de suelos humedecidos y apuntando en verde; y sin embargo, persiste el marrón desértico que ya se compuso desde mayo. Ni siquiera han dejado vivo al claro pajizo de los cardos secos.

No creo que las vacas dejen los cardos para postre.

Vacascomiendona

«No llueve». Comento con un amante del ganado, que además es ganadero. Y me mira aireando la cabeza: «Es que somos malos. No llueve porque yo creo que somos malos».

Tampoco creo que las vacas puedan comer el excedente constructivo.

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Ya dijimos que sacar el santo en procesión cuando el cielo no promete, era cosa de cura torpe; pero debe investigarse más seriamente la influencia de la Ética en el Clima, lo mismo es más fructífera que su influencia en la Política.

Goyo
23-sep-09