Por prescripción médica

 

 

 

MLC

 

 

Aprendemos mucho cuando destinamos sentidos y voluntad a la misión de adaptarnos a situaciones nuevas e inesperadas; pero aprendemos más y mejor cuando la necesidad de interpretar ha de superar un posible mal entendido, una explicación complicada o una gloriosa  e inusual interpretación.

Para el caso de ahora, conviene fijar que los protagonistas de la anécdota son los miembros de una pareja conocida por el vecindario como matrimonio dado a las discusiones de elevado volumen y rápido descenso de la tensión porque hay otras cosas más importantes que seguir haciendo.

Ella responde a MLC y él a JLC; ambos de condición labriega, hogareña, rústica, sin dobleces, práctica y desajena de vergüenzas.

Entonces ocurrió que en la bronca de aquella mañana, el marido estaba dentro de casa y la esposa fuera, barriendo su parte de calle y fachada. Los dos en sus quehaceres de preparar los atajarres de las bestias y amontonar la escasa basura que mostraba la calle. Y a pesar del esmero en sus ocupaciones, ambos, proseguían alterados en la esgrima de razonamientos y acusaciones. No sabemos el motivo exacto de la querella y sí apreciamos que el nivel de irritación se elevaba sobre todo en la acalorada esposa.

Es entonces cuando se quita ella una zapatilla y se la lanza al oponente que, con visión cautelosa, evita el golpe tornando un poco la puerta que le sirve como escudo y desvía la alpargata -sin haber encontrado blanco- al medio del zaguán; por lo que se envalentona el esposo y le sirve de acicate para hacerle ver a su enfadada cónyuge su mala puntería, su mal perder y su mala leche. No debió vocear el marido estas dos últimas palabras a los vientos, porque entonces entendió ella que habría llegado a oídos de las vecinas la fama que no deseaba y, en ademán aún más ágil y violento, se quitó la otra zapatilla y la lanzó alcanzando el mismo éxito, aprovechando el escudero para cerrar totalmente la puerta y atrancarla, dejando en las afueras a su esposa agarrada a la escoba y repleta de irritación.

De cómo salir de la situación que había dejado de ser privada y convertida en pública y notoria, era el desafío y la prueba de aprendizaje para evitar el ridículo que dicen que trae siempre el fracaso. Ella apoyó la escoba junto al dintel de la puerta y emprendió airosa el camino al comercio, no sin antes anunciar bien alto que se le había olvidado comprar el azúcar y la harina.

Al doblar la esquina, llegando al comercio, otra vecina que no estuvo presente en el apasionado debate le pregunta:

– ¿Cómo es que vas descalza, María?

– Estoy mal de la espalda y me ha dicho el médico que no ande con zapatillas.

Y así valió la impronta para certificar la maestría.

 

Goyo

24-mar-15

El acuerdo de las rapaces.

Buitre

 

 

Observar a un buitre en vuelo produce una sensación de descanso a la vez que de fortaleza. De ordinario el buitre bate poco las alas; su organismo es capaz de detectar cómo suben las pequeñas corrientes de aire caliente hacia los cielos de arriba y, simplemente dejándose planear, asciende y se traslada con muy poco esfuerzo.

Hace mucho tiempo, cuando el hombre respetaba a la Naturaleza, también todas las aves rapaces se dedicaban a cazar. Había abundancia de animales de todas clases, sanos, fuertes, ágiles, … y aquellos que enfermaban o se despistaban de sus padres, pronto las rapaces le daban caza.

Hombres ignorantes que no quisieron entender la sabiduría de la vida en los campos, no apreciaban que las rapaces se alimentaban de los animales que él solía despreciar. Además de ello, aquellos hombres envidiaban a las rapaces por su sigilo, por su velocidad, por su agudeza visual, por su figura elegante, por la fuerza de sus garras, … en resumen, porque cazaban mejor que él.

Por envidia, el hombre comenzó a matar caprichosamente y de forma desorbitada a las mejores piezas, a los animales más sanos, a los más rápidos; como queriendo desafiar a las rapaces e intentando demostrar que era mejor cazador. Y además, algunos humanos mataban y envenenaban a las rapaces acusándolas de ser alimañas que se dedican a comer los mejores conejos y perdices.

Pronto las águilas, los buitres, los halcones y demás aves cazadoras tuvieron problemas para conseguir alimentos y asegurar sus vidas; así que se reunieron para encontrar solución a la nueva situación. Con triste pena reconocían que el hombre era incapaz de corregir los hábitos que dificultaban una vida en armonía.

Todo es pura envidia, o al menos así me lo parece, -dijo el mochuelo-. Debemos diversificar nuestros sistemas de caza, especializarnos si queremos competir con los humanos. No podemos cazar todos lo mismo, ni de la misma manera, debemos repartirnos presas y modos… y huir de su presencia, desconfiar de su cercanía, anidar en los lugares más apartados.

En aquella asamblea acordaron que cada una debería especializarse en un tipo de caza: el halcón en ataques rapidísimos; la lechuza en cazar en completa oscuridad, el cernícalo preparando el ataque sorpresa mientras flota en el aire el águila utilizando la fuerza y la astucia, el alimoche aprovechando el interior de los huesos, … . Incluso las águilas se repartieron labores de caza: unas se especializaron en cazar culebras, otras en pescar y otras en atrapar a los hábiles conejos.

Así cada rapaz iba anunciando su forma particular de cazar para repartirse mejor las pocas presas que estaba dejando el hombre.

El buitre no había hablado; en verdad le daba igual conseguir comida utilizando cualquier procedimiento que sus compañeras no hubiesen elegido. De todos modos, sabía que el hombre seguiría matando por matar o que algunos animales morirían en el campo. El buitre decidió buscar el alimento de esta manera para no quitar presa alguna a sus amigas y no constituirse rival de ninguna rapaz.

La elección del buitre dio que comentar en la asamblea, nadie deseaba ver a tan buen cazador husmeando cadáveres. Era como darle la razón al hombre y que de esta forma se sintiese superior. No podían imaginarse al potente buitre esperando a comer lo que nadie había querido: ¡carne muerta!

Argumentos y razones se expusieron para que abandonase tal idea. Su razón la repitió varias veces:

– Fijaos en el alimoche, que ha escogido lo que nadie de nosotros queremos. No me consideréis a mí porque el mérito es el suyo. Además, para alguno deberán ser los restos, si nosotros los hemos elegido, no tenéis por qué preocuparos.

No hubo manera de convencerle, tampoco al noble alimoche.

Al enterarse los hombres del acuerdo de las rapaces, sintieron aún más envidia de ellas por lo inteligentes que había sido. Por eso al águila lo dibujaban en sus banderas, esclavizaban al halcón para que les cazase, incluso había ignorantes que las mataban para embalsamarlas y poderlas admirar a su capricho inútil.

Del bueno y humilde buitre, contaron a sus hijos las mentiras de que era el ave más repugnante y sucia. Al enterarse el buitre de estas calumnias, y para no manchar la fama de las rapaces, se arrancó las plumas del cuello y cambió su aspecto elegante.

Cualquiera que conozca esta historia, sabrá la razón de por qué el buitre es tan imperial en el vuelo y tan grotesca su figura.

Otro día, os contaré cosas del pastor que a sus hijos les narraba historias bonitas de las arañas.

La Naturaleza del jefe Kwakiult

Beluga

Las exequias de ayer martes, fueron los últimos rituales de la despedida de Chuákele, el jefe de los indios kwakiult, fallecido por las enfermedades que alimentaba su larga edad. Pesadamente, que eso añade tristeza, la vida de la tribu retoma la rutina de las ocupaciones: la pesca, la caza y la selección de los troncos centenarios de los cipreses que haya que cortar… bueno, no son cipreses aquellos árboles, pero no me dio tiempo a aprender su nombre indígena y propio.

Era en la tarde de uno de los días lentos del verano que despidió la vida de Chuákele, y los cinco pescadores que regresaban con la pesada canoa, vieron las primeras apariciones de lo que les pareció un bebé orca en la bahía. Corrida la sospecha de tan extraña visita, la gente del poblado se mostraba vigilante y desde entonces, no había pasado una semana, y todo el que lo había querido había visto las alegres zambullidas de la pequeña orca y la familiaridad con la que recorría fondos y huecos que se dejan entre los barcos grandes y pequeños, canoas y paquebotes, cargueros y kayaks y algún que otro yate anticuado. La pequeña orca se declaraba vecina y conocida del pueblo.

La alegría de la visita no era solo por el entretenimiento que facilitaba a los niños con sus piruetas, y sonrisas de hocico que se revolcaba en las arenas frías de la playa que está al lado del puerto.

A lo largo del tiempo, la opinión con la que se contamina el poblado, es que la orca, además de asegurar diversión, aportaba la buena noticia de que su presencia en la bahía causaba reparo en las dolencias de las personas que iban a visitarla. Así se cultiva y extiende la fama de su poder de sanación y de los alborotos que muchas tardes de verano fomenta.

El vecindario no indígena, no pasa a creer ninguno de los beneficiosos efectos que para la salud imprime la orca y pide a la autoridad que la desaloje del puerto porque su bullicioso tránsito provoca molestias innumerables. Y el señor alcalde, promete y organiza lo suficiente para tratar de liberar a parte del vecindario de la incomodidad.

Dos días antes de que se produjera el dispositivo para pescar y apartar a la orca, los kwakiults convocan a los periodistas en una rueda de prensa donde declaran seriamente que la orca es en realidad el espíritu del jefe; lo que significa que debe restar el tiempo de cuatro años en la bahía, que es el plazo marcado por la cultura para guardar el luto a Chuákele, por lo que ruegan que los periódicos y la radio del lugar hagan llegar a las autoridades la exigencia de que no intenten pescar a la orca para expulsarla de su bahía.

Desoyendo la petición de los indios kwakuilt, se organiza el dispositivo que hace conducir a la orca a una especie de madraza desde donde ya se la podría reducir para llevarla a alta mar, al largo océano. Y también se organiza por la tribu una airada protesta en el puerto con las embarcaciones repletas de enojados indios que reman al ritmo de los tambores, enarbolando lanzas decoradas con plumas blancas de águila, y que tratan de impedir las maniobras de las embarcaciones que cercan con redes a la orca.

La orca se deja rodear por la gran red; pero cuando todos pensaban que podría reducirse para ser trasladada, da un respingo marino, supera la red y se libra huyendo del entramado. Los Kwakiult celebran el escape levantando los remos y tocando con más fuerza los tambores, alegrados en la creencia de que no solo el espíritu del jefe permanecía libre; sino que aquellos que habían participado en su ayuda, sanarían de las pequeñas molestias del largo invierno.

Al llegar el día del cuarto año de guardar luto, una ceremonia con kayaks engalanados y otras lanzas enarboladas, invitan a la orca a abandonar la bahía, y ella, obedeciendo, se deja conducir justo hasta la salida del fiordo al mar abierto, como haciendo caso al mandato del espíritu del jefe hacia su verdadero entierro en el gran Pacífico.

Se dan la vuelta y regresan a puerto observándose que han cumplido con su deber de despedida reglada a su cultura y al respeto del jefe desaparecido.

Dos días más tarde, el práctico indica a la lancha de la policía portuaria que salga al encuentro de un gigantesco barco que debe llevarse los cientos y cientos de troncos almacenados y dispuestos para transportarlos a las serrerías de Seatle. Y como si ya el juego de las hélices, fuese el nuevo divertimento, el afilado acero hiere mortalmente a la orca apareciendo entonces la mancha negruzca que nace de la mezcla de la sangre roja con el agua azulada.

No saben qué hacer los guardamarinas, así que la recogen ya cadáver y la arrastran hasta el puerto convocando a los indígenas para darles a conocer la desgracia.

El nuevo jefe es tajante y rotundo en la respuesta consentida: el rito luctuoso de los cuatro años se cumplió antes de ayer, la orca ya dejó de ser el espíritu del jefe, lo que le ha sucedido ya no nos incumbe, ni nos afecta, ni nos apena,… era ya un ser libre expuesto a las reglas de la Naturaleza. Deben ser ahora las otras orcas, la tribu de las orcas, las que deben velar el espíritu de lo que fue nuestro anterior mensaje y remedio. Nosotros no podemos sino declararnos felices y repletos de haber cumplido respeto al jefe.

Así los nativos, y los asentados, volvieron a reconducirse en la paz y en el trabajo de aquellas aguas recogidas por aquellas tierras de la bella Alaska.

Goyo
11-may-11
Versión que hago de la historia que nos contó Javier Ferrer.

Cuatro asas

La historia dicen que apareció en la ciudad belga de Mons, allí donde Carlos de Ausbourg, nieto de los Reyes Católicos, emperador por los cuatro abuelos y, a lo que nos interesa ahora, cervecero amante supo del caso. Aunque esta manera de contar la mejora en mucho mi amigo Julio “el largo”.

Cuando las tabernas no tenían nombre y allí llegaban las cervezas y los quesos de las abadías, la buena gente disfrutaba de las tardesnoches con la ayuda de los caldos elaborados al modo de los monjes trapistas. Debéis saber que la buena fama de la cerveza está el Bélgica aunque Alemania se crea lo contrario.

Jarra

Carlos, que frecuentaba ciudades diversas y tabernas alegres, se presentó en la ocasión a ésta que decimos; y la tabernera, de corte y presencia wallona, le ofreció una jarra que sujetaba con la mano. El emperador le hizo ver que así no era fácil tomarla pues el único asa lo tenía ocupado la mano que se la ofrecía, por lo que la experiencia la utilizó para ordenar que se hicieran jarras con dos asas: la una para servir, lo otra para tomar el servicio.

Y así fue que al cumplirse el diseño y repetir visita con el tiempo, la tabernera se presentó segura ofreciendo al emperador la jarra agarrada por ambas asas, como asegurando que así no se derramaría. Carlos corrigió la falta de perfomance sugiriendo que se hicieran jarras con tres asas. Y así se evolucionó el diseño de las jarras de cerveza para ajustar el mercado a los deseos del imperio.

A la tercera ocasión, rodeado de expectantes flamencos y holandeses -todos banqueros- Carlos pidió cerveza en aquella jarra triasada; no obstante, la maestra cervecera cometió la falta indiscreta de presentar la zona sin asa frente al visitante y como la tercera se aproximaba en exceso al par de senos, Carlos volvió a incomodarse al tomar la jarra y ordenó convencido que las jarras deberían tener cuatro asas, para que tanto el emperador como la tabernera ejercitasen la libertad plena de coger la jarra por cualquiera de sus agarres, sin perjuicio de servidumbre o de majestuosidad.

Quedó patente a partir de entonces la emperial forma de arreglar las cosas: una buena jarra de cerveza ha de tener cuatro asas.

Lo que cuento porque una pandilla de curios@s del Twitter me ha incitado, y así espero regalarme alguna jarrita y mejor compañía.

(Carlos I de España y V de Alemania, se retiró a Cuacos de Yuste, un pueblecito de Cáceres, donde vivió sus años finales rodeado de cerezos, gargantas y monjes. Y bien alejado de banqueros; quizá demasiado ocupados porque ya le estaban preparando a su hijo cosa parecida al Moody’s)

El viejo maestro

Viejashistorias

.
Pues esta historia se la escuché contar a un niño. El niño debía ser bastante despabilado porque le dejaron el micrófono de una emisora de radio para que, al contarla, pudiese escucharla mucha gente desde muy lejos.

Un maestro y su discípulo pararon un ratito en el camino para descansar. Los dos explicaban, a quienes se interesaban por el saber, los rincones del pensamiento, las luces de la astucia y la sencillez del agua.

–Yo creo que debes acercarte al pueblo a por una cantarilla de agua. Yo estoy algo cansado y me apetece la sombra de aquel olivo. Tú bajas al pueblo, que allí habrá una fuente y cuando hayas bebido hasta saciar, lavas la cantarilla, la llenas de agua y regresas; que yo te espero sentado -dijo el maestro-

El obediente discípulo se dispuso al mandado y llegó pronto al pueblo, y preguntó si allí había una fuente y si de ella podía cogerse agua. Y los amables vecinos le informaron que, además, el agua de su fuente tenía condiciones tan diversas y maravillosas que no podría olvidar una vez que cualquiera persona la hubiera degustado.

Siguiendo las indicaciones, llegó a sus cercanías y, en sus proximidades ya se percibía que el alegre vecindario disfrutaba de la fuente y de las conversaciones que allí llegaban y se repartían.

Entre las personas que llenaban sus cántaros, el discípulo vio a una joven de bella mirada, de cara serena y acogedora, de figura elegante y educada y de gestos amables. Y ella, respondió con el silencio cómplice del amor que nace a la primera impresión sin necesidad de palabras.

Así que bien pronto se casaron, y pronto tuvieron hijos y su vida en el pueblo se extendió con los años, y sus hijos crecieron y algunos se fueron a vivir a otros pueblos y conocieron a sus nietos y vieron morir a los padres de ella y el discípulo también pudo conocer la triste muerte de su esposa, ya viejecita como deja el paso del tiempo a las personas.

Entonces el discípulo pensó que quizá sería bueno regresar a la sombra del olivo donde dejó a su maestro; pues las tareas importantes de la vida ya las había cumplido. Tomó la cantarilla, paso por la fuente para llenarla e inició el camino de vuelta.

Al llegar al lugar donde había dejado a su maestro, éste le saludó diciéndole:

–Pues ya estaba empezando a preocuparme.

Goyo
19-ene-11
Una banderita para los maestros con paciencia.
Bande

El celebrado caso de Pescueza

    

Si un pueblo de 200 habitantes, Pescueza, es capaz de organizar una siembra de ocho mil árboles y encima hacer una fiesta, la nación española organizada, sería capaz de sembrar la increíble cifra que solo usted sabe hallar recordando y aplicando aquella regla de tres que aprendió en escuela. Como medida entendible, el caso se simplifica diciendo que cada habitante sembró cuarenta árboles.

 

Si mi pueblo remedase el acierto, deberíamos preparar veinte mil arbolitos, que no son tantos pues apenas podrían sembrarse dos arbolitos por hectárea. Si las cuentas las preparásemos para la ciudad de Cáceres, tendríamos que disponer de arbolitos para 92.187 personas; o sea, 3.687.480 ejemplares de jóvenes vegetales. Una pequeña barbaridad,… que se queda ridícula si recordamos que el municipio de Cáceres es extenso como 2.000.000 de hectáreas. Sí, dos millones de hectáreas.

Otra cuenta: si como dicen los medios, durante la celebración del Womad’09 se movilizó un grupo de 50.000 personas, en caso de que aceptasen la eco-invitación cada feligrés (yo también) deberíamos haber sembrado doce o trece árboles cada uno de los tres días del fiestorro,… al año que viene.

Al año que viene, y al otro también, deberíamos darle una capa verde al Womad. ¿No les parece?

 

 

 

Goyo

12-mayo-09 

 

 

 

 

(Con respecto a la fiesta, parece que la cosa se suele hacer bien a nivel nacional sin necesidad de siembra alguna.)

 

vendita Cialis? Cialis paypal
buy Cialis pharmacy
Cialis purchase online Cialis name brand cheap
what does Cialis look like
Cialis canada health canada Cialis overnight pharmacy
buy soft generic Viagra cheapest
Cialis daily use Cialis tadalafil cialis tadafil tal
Cialis pills;
Cialis professional Cialis with no prescriptiona
viagra Cialis
why bathtub Cialis Cialis que es
Cialis grapefruit juice
levitravs Cialis Cialis no rx
spinal injury and Cialis
vidrgne Cialis Cialis without prescription
to buy Viagra how

Cómo hacerse rico con un pequeño huerto.

  ecotierra.jpg

 

 

 

 

Tengo un huerto donde picotean once gallinas, juega el perro y el gato dormita en el rincón soleado. Algunos días, suelo utilizar algunas horas de luz solar para atender a las tareas. Las gallinas se alborotan a mi llegada pidiendo puertas abiertas al campo, el perro sigue sin acostumbrarse a la presencia del gato y los ajos ya están pidiendo liberarse de las hierbas que a su alrededor han crecido. Se va el sol y vuelvo a encasarme, divertirme y navegar por la Red a la vez que trato de recoger algún pensamiento para mi blog. Hay cosechas externas e internas; la mayor parte de cosechas son los pensamientos que nacen mientras se suda moderadamente.

 

Un enterado en proyectos de avanzada, me comenta que tengo demasiado terreno de mi huerto sin cultivar, que si acometo una ampliación estudiada, incluso podría vender producción variada y cuantiosa de productos naturales, “ecológicos” -dice él, ahuecando la glotis para que suene mejor la palabra-, naturalmente a buen precio ya que me recuerda que tengo amistades en ArgentinaChileBoliviaVenezuelaUSA,… CataluñaPaísVascoAsturiasValenciaGaliciaMadrid,… y Miajadas, que ese es el territorio más complicado de superar por eso del buen tomate.

 

Aumentando la superficie de producción, diversificando la variedad de productos ecológicos, entre carne de capón, huevos de campo, moras, higos de la ribera, ajos descendientes de Las Pedroñeras, cebollas escalonas, pencas tiernas, cilandro portugués, habas verdes, nísperos árabes, duraznos, limones de luna, cardillos y lechugas romanas,… montarías un mercado de la hostia que te daría beneficios para retirarte y hacer lo que te diese la gana pues viajarías montado en el dólar,… me dice el enterado en proyectos.

 

– Así que después te podrías retirar y hacer lo que te apeteciese, ¿no?… Por ejemplo, ¿a tí que te gustaría entonces tener, qué te comprarías?

 

– Pues un huerto donde escarben once gallinas, aceche el gato a los gorriones y ladre el perro a la Luna.

 

Goyo

17-feb-09 

 bandered.jpg

 

 

 

 

La idea (y III)

mujertorturada.jpg 

 

 

Llevada y ocultada por la convicción de la fuerza, su ánimo se negó a proferir veneración y resistió lo mismo torturas medievales que suplicios guantanameros. Nada al principio se hacía transparente. Mucho era sangre medida para que quedase algo con lo que seguir fecha tras fecha. Mucho era quebranto de coyunturas. También moratones y cardenales dobles: los que bendecían y los que tornaban al azul. El justo alimento y el medido maltrato para hacerle cambiar de opinión, para declararse sumisa y colaboradora, para nunca más dejar el selecto grupo del poder que conocía “la idea

 

         ¿Cuál es la idea que te ha confesado?…, ¿es “la idea”?

 

         Sí, Señor. Por fin ha confesado y se ha convencido. Es “la idea”. No hay la menor duda; la ha descubierto sin ayuda de nadie, me lo ha comentado todo con las pautas, las señales y los argumentos secretos que conocemos… ¿qué hacemos, Señor?

 

         Lo de siempre: que quede en la cárcel secreta y que desaparezca del barrio, de su familia y de sus amistades, …que se esfume sin que deje rastro.

 

         En las circunstancias actuales, Señor, incluso podemos decir que se volvió loca o que emigró a una misión cooperante al suroeste africano.

 

         Eso ya es problema menor.

 

Y así, con el conflicto dominado y resuelto, la mujer fue debidamente informada por orden de la superioridad y beneficio de la inferioridad:

 

         Debes apartarte de todos por la idea, del mismo modo que nosotros sufrimos soportando los problemas aún a sabiendas de cuál es la solución. No te podemos dejar suelta una vez que es verdad que tu idea significa la solución a los problemas. No podemos permitir que los banqueros trabajen sin usura, ni que los fanáticos mezclen intereses, ni que los estafadores dejen de diseñar nuevas artimañas. Siempre hemos arreglado el mundo descomponiéndolo un poco; lo necesario para que se pudran nuestros pensamientos con nuestros cabellos. Te lo decimos en esta situación de emergencia, que como los icebergs, suele ser la novena parte de la situación sumergida.

 

Esto, que es muy difícil de explicar, fue encomendado a los niños que aún tenían cerebro dispuesto y sin sombras; pero los niños siguieron jugando y no fueron capaces de aprender este cuento, ni los Poderosos incitaron a que jugasen indagando.

 

juegos.jpg 

 

Dedicado a los que juegan y no tienen tiempo de pensar mal. 

Goyo 

05-dic-08 

 

La idea (I)

unaidea.jpg

 

 

No he de comenzar diciendo que “érase una vez” porque ya habían sido muchas. Los ciudadanos, los gobernantes, los súbditos y los que no querían tener techo habían agotado las fuentes del trueque; la riqueza era la misma pero la sensación de pobreza se había repartido como la gripe en otoño. Esto, que es muy difícil de explicar, fue encomendado a los niños que aún tenían cerebro dispuesto y sin sombras. Algunos mayores creían que los niños no lo entenderían; pero los niños ya habían aprendido que la misma riqueza había sido invadida por distinto precio.

Las personas de aquella historia habían construido tantas casas a lo ancho, a lo largo y a lo oscuro, que era imposible comprar una casa. Habían fabricado tantos coches, y tan dotados, que sobraban fábricas, fabricantes y fabricados. Y eran tantos los helados almacenados, que se pasaba frío. Y a sabiendas, entorpecieron tanta Naturaleza, que las previsiones se convirtieron en errores esperados.

Los periódicos, los gobernantes y los torpes lanzaban mensajes angustiados y dirigidos a los lectores, a los ciudadanos y a los listos para que -entre todos- se aportasen ideas con las que vender de nuevo, y vender más y vender pronto ante el temor impuesto por la práctica más triunfadora; era la práctica de no comprar por tener miedo a comprar.

Vamos a tomar medidas para salir de esta crisis -decía el dirigente-

Tienen ustedes que encontrar remedio a la crisis -decía el dirigido-

Y el tiempo se agostaba lo mismo fuese enero y las fiestas se aburrían lo mismo fuesen bodas y los jóvenes se arrugaban lo mismo fuesen atletas.

Que se junten otra vez los ajuntamientos, que estudien otra vez los estudiosos y si fuera preciso, que otra vez hagan trampas los magos,… pero que se acabe este tiempo de zozobra, que no sé muy bien lo que ya significa. Eso decía en voz alta y solemne el Poderoso.

… Ah, y que se fijen carteles en las esquinas anunciando que se buscan ideas para alegrar la economía… aunque engorden los banqueros…

Señor, eso de “engordar a los banqueros” creo que debemos eliminarlo, seguro que alegrando la economía se solucionan todas las cosas y así a la gente no la empujamos a pensar mal. Y puede que se animen y participen hasta los mismos banqueros, los mismos gobiernos y los mismos intelectuales.

Claro,… está bien pensado. Nos falta ahora decidir el premio a la mejor idea.

Creo, Señor, que no puede ser un premio habitual; no valdría un coche carísimo o un chalet en la montaña. Ha de ser, como una especie de título nobiliario, vigoroso,… un reconocimiento perpetuo que suponga una renta permanente, que incluso crezca con el tiempo más deprisa que crecen las ganancias de los financieros más masterizados. Eso es,… no hará falta que reciba dinero alguno. También le pondríamos guardaespaldas y guardapechos.

 

 

(Continuará mañana)

Goyo

03-dic-08