La idea (I)

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No he de comenzar diciendo que “érase una vez” porque ya habían sido muchas. Los ciudadanos, los gobernantes, los súbditos y los que no querían tener techo habían agotado las fuentes del trueque; la riqueza era la misma pero la sensación de pobreza se había repartido como la gripe en otoño. Esto, que es muy difícil de explicar, fue encomendado a los niños que aún tenían cerebro dispuesto y sin sombras. Algunos mayores creían que los niños no lo entenderían; pero los niños ya habían aprendido que la misma riqueza había sido invadida por distinto precio.

Las personas de aquella historia habían construido tantas casas a lo ancho, a lo largo y a lo oscuro, que era imposible comprar una casa. Habían fabricado tantos coches, y tan dotados, que sobraban fábricas, fabricantes y fabricados. Y eran tantos los helados almacenados, que se pasaba frío. Y a sabiendas, entorpecieron tanta Naturaleza, que las previsiones se convirtieron en errores esperados.

Los periódicos, los gobernantes y los torpes lanzaban mensajes angustiados y dirigidos a los lectores, a los ciudadanos y a los listos para que -entre todos- se aportasen ideas con las que vender de nuevo, y vender más y vender pronto ante el temor impuesto por la práctica más triunfadora; era la práctica de no comprar por tener miedo a comprar.

Vamos a tomar medidas para salir de esta crisis -decía el dirigente-

Tienen ustedes que encontrar remedio a la crisis -decía el dirigido-

Y el tiempo se agostaba lo mismo fuese enero y las fiestas se aburrían lo mismo fuesen bodas y los jóvenes se arrugaban lo mismo fuesen atletas.

Que se junten otra vez los ajuntamientos, que estudien otra vez los estudiosos y si fuera preciso, que otra vez hagan trampas los magos,… pero que se acabe este tiempo de zozobra, que no sé muy bien lo que ya significa. Eso decía en voz alta y solemne el Poderoso.

… Ah, y que se fijen carteles en las esquinas anunciando que se buscan ideas para alegrar la economía… aunque engorden los banqueros…

Señor, eso de “engordar a los banqueros” creo que debemos eliminarlo, seguro que alegrando la economía se solucionan todas las cosas y así a la gente no la empujamos a pensar mal. Y puede que se animen y participen hasta los mismos banqueros, los mismos gobiernos y los mismos intelectuales.

Claro,… está bien pensado. Nos falta ahora decidir el premio a la mejor idea.

Creo, Señor, que no puede ser un premio habitual; no valdría un coche carísimo o un chalet en la montaña. Ha de ser, como una especie de título nobiliario, vigoroso,… un reconocimiento perpetuo que suponga una renta permanente, que incluso crezca con el tiempo más deprisa que crecen las ganancias de los financieros más masterizados. Eso es,… no hará falta que reciba dinero alguno. También le pondríamos guardaespaldas y guardapechos.

 

 

(Continuará mañana)

Goyo

03-dic-08

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