Una de arbolitos.

 

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Así -o mucho peor- quedarán los árbolitos recién plantados en la calle peatonal San Pedro de Alcántara. Cáceres.

Las señoras ingenieras y los señores arquitectos están obligados a contemplar ciertas condiciones de edificabilidad de lo que se vaya a construir previendo el riesgo de movimientos sísmicos de la zona. Dicen los estudiosos que Cáceres está ubicada en una zona tranquilita. Aún sospechando que el terremoto está lejos, se tiene como hábito técnico el diseñar actuaciones constructivas siendo previsores ante esta posibilidad y cautos en otros muchos aspectos conocidos.

 

Las señoras y señores técnicos superiores no tienen la obligación de recordar a constructores y propietarios que los árboles tienen raíces que buscan con avidez zonas de oscura humedad, y se incrustan, y taladran, y perforan con delicia y paciencia argamasas y hormigones que nos parecen inescrutables. Después, la experiencia nos muestra cómo las raíces han colapsado redes de evacuación, debilitado cimientos, solapado suelos y torcido aceras.

 

Tampoco parece que tengan por hábito proyectar que el agujerito que se deja para que el tronco engorde a su natural demanda, sea debidamente concebido y no resulte ser en el futuro un cincho asfixiante.

 

O por falta de suelo para el desarrollo radicular, o por daños no contemplados, o por limitaciones impuestas por el duro hormigón, los árboles de la ciudad suele tener el desarrollo limitado a la torpeza humana. Así que contemplado luego el deterioro que producen en su continuo crecer, nada parece más certero que rebanarle el tronco al criminal: cortado el árbol, creció la acera.

 

Hace pocas fechas “Cáceres Verde” se manifestaba contra la diseñada desaparición de árboles en una de las calles céntricas. Se dice que serán sustituidos. Repetimos viejos errores.

 

Hemos visto rematada la obra que ha convertido la calle de San Pedro de Alcántara en vía peatonal; decorada con arbolitos, ahora tiernos, que asoman su tallo larguirucho por un alcorque de ridículas dimensiones. Algún responsable habrá previsto que en pocos años los árboles emitirán el mensaje claro de que le están apretando el cuello y no debiera de nuevo articularse la desmaña de que hay que licenciarlos para sustituirlos por otros nuevos.

 

En estas fechas repletas de pactos, dudo yo si los verdes y los grises se sentarán alrededor de un árbol viejo para ungir las calles con aromas de magnolios.

 

Goyo

10-jun-15