Mi familia vive en Valdeflores

 

 

 

La sociedad volátil en noticias, aún permite que escribamos los jueves para ser leídos los lunes; ello no implica que las dudas se difuminen, pues todos los días tenemos muestras fieles de cómo trata la minería o el asentamiento humano al paraje natural. Basta con ver cualquier programa de La Fiebre del oro o de Mi familia vive en Alaska.

 

Nos reímos -se ríen- de muchos de los principios y planteamientos de la ciencia ecológica; incluso de aquellos que ya son constitutivos de leyes de obligado cumplimiento, como son las normas que regulan el uso del suelo de los términos municipales. Si somos aún cojitrancos en la obediencia, cuánto más al contumaz anhelo ecologista.

 

Afectados por un sentimiento noble, muchos cacereños instan a que se declare la solana de la Sierra de la Mosca como parque de conservación y ocio; ignoro si existe tal figura y en tal caso, nos podemos encontrar con el derecho indiscutible de los promotores de la mina que se mantengan los tipos de suelos que les conviene. También me entero que la empresa minera pide formalmente al ayuntamiento que modifique el Plan General Municipal para permitir la actividad extractiva en el paraje natural. El conflicto está entonces definido. Ah!, en mi saco de dudas tengo lo del subsuelo.

 

Son duros y complejos los condicionantes ecourbanísticos tanto a la hora de definir los tipos de suelo como en el acertar en la previsión de futuras alteraciones atendiendo a necesidades que no existían en definición primigenia. Reajustar también es desajustar.

 

Que la mayoría de los representantes municipales se hayan definido tan pronto en contra de la mina, me puede hacer sospechar que más que una pasión les guía una interpretación administrativa; en tal caso, la acusación de oscurantismo me parece inapropiada y ñoña. Así pues, habrá que seguir esperando otros informes, tendremos que entender que los mineros reivindicarán su negocio, no nos debe extrañar que los manifestantes del primer sábado de febrero crezcan en número y que los argumentos de todas las partes se afilen y enriquezcan.

 

Por lo poco que atisbo, todo apunta a que serán los tribunales quienes solventen el apuro y que serán los abogados quienes encuentren otra mina y que yo seguiré con la duda de si los ciudadanos han leído alguna vez el PGM y si el litio suaviza el nivel de desempleo.

Goyo

12-feb-18

El tren de Valdeflores

 

 

Desde que se ha instalado la seca y pasada primavera, mi dependencia a la siesta sigue creciendo y, para mejor dormitar, me narcotizo casi todas las tardes con los programas que ofrece Discovery Max presentando las experiencias de la familia esa que dicen que vive en Alaska. La interminable y rudosa serie enseña mucho aunque oculta mucho más. Por ejemplo, no nos dice cual es el salario de cada uno de los miembros, cómo pueden adquirir embarcaciones, motores y herramientas tan nuevas y relucientes, cuerdas tan larga y bonitas,…qué condición de propiedad o uso tienen de esas tierras que habitan, qué permisos obtienen para talar el bosque, ejercer la caza y a qué colegio acuden las dos adolescentes. El caso es que el programa dice que familia vive en el bosque de una isla que tiene medio millón de hectáreas, por lo que las salvajadas de las deforestaciones y huellas de la gente civilizada parecen importar poco.

Para casar estas visiones con las que se me presentan por otros medios, leo que el grupo automovilístico VW quiere que los próximos felices 20 comiencen con la venta de un millón de coches eléctricos. Según apuntan sus programas y estudios, el desafío se conquista si el coche del pueblo (volks/wagen) es agradable como el Golf pero con la habitabilidad del Passat, su motor eléctrico tiene un autonomía de 400 kilómetros y su estructura informática y mecánica podrán definirlo como una tablet con ruedas.

Incluso se aspira a que este inmediato coche eléctrico sea dotado de un sistema de recarga inalámbrica, aunque poco parece apuntar que bien pudiera recargarse -en todo o en parte- a pleno sol.

Otro de los factores que exige el nuevo desafío es dotar al futuro vehículo de la estructura que albergue la distribución y el peso de las baterías que irán bajo los asientos de los pasajeros.

Todo ello, y algún que otro gadget secreto, invitan a nuevos y radicales cambios. Por ejemplo, si se aplica el potencial solar al sistema de recarga, la lucha por un aparcamiento al sol será terrible.

Desde que el malogrado Nicola Tesla fue pirateado por Edison y su industria de patentes y royalties, la motorización de todo el siglo XX ha fomentado un complejo financiero, político y científico que ha servido para seguir sometiendo a gran parte de la población a disfruta de las mieles del coche bajo condiciones estrictamente capitalistas y financieras. Quizá no sea bueno que toda persona tenga su coche; pero sí puede ser bueno un mundo donde la movilidad sea un derecho universal. Pienso que el blablacar es un primer balbuceo en este andar.

Y es aquí donde entramos los extremeños y podemos dejar de ser catovis.

Al parecer, ya se han realizado una primeras prospecciones, catas o pruebas en el valle de Valdeflores, a espaldas de la Virgen de la Montaña, y se apunta a que hay litio, que es el elemento hasta ahora hipervalorado para que sus locos iones produzcan energía. Así que teniendo el litio tan a mano, aunque en realidad esté en manos de otros mineros, bien que podríamos montar la universal industria de las baterías sin necesidad de implantar cualquier otra industria tradicional. Que ya puestos, podrían los residuos líticos utilizarse para mover ese tren eléctrico y digno que dicen que también estrenaremos con el inicio de tan prometedores años veinte.

Goyo

07-sep-17