Un anónimo de esos que a mí me gustan, que son los que se dejan ver porque no se esconden bajo pintorescos nicks, ha sido cazado en su desprendida manera de entender la problemática higiénica y medioambiental; el buen hombre se dedica a recorrer las cunetas de entrada/salida de su pueblo, que lo quiere ver limpio de inmundicias y huellas del desvarío consumista. Así que recoge basura y restos depositados por otr@s desprendid@s de peor calaña y condición. Armado de ánimo estético, de bolsa grande de plástico y de bicicleta practica «ecolociclismo», que será como prueba de arrastre y recogida de residuos a cambio de serenidad visual.
Ya se ha dicho que otra de las muestras de esta descuidada civilización se descifra siguiendo los márgenes de las carreteras, los márgenes de los ríos, los márgenes de costas, de las lagunas,… en fin, fijándose en lo «marginal». El remate y colofón está en los márgenes de las ciudades, allí donde hemos dado en consentir los más aguerridos anónimos.
Es que somos algo cobardones por el temor de la creciente violencia del anonimato: sucede que la recogida de la noticia fomenta el odio visceral a nuestras propias instituciones: que lleve la basura a la puerta del Ayuntamiento, culpar a la Policía Municipal que es la que no vigila y acordarse de las parentela de todas las concejalías. Esta ferocidad infecta debe tener algo de límite.
Desvelado en Adrián el sano vicio de adecentar cunetas y elevado por la mayoría de la gente a personaje honorable del día, ello no ha impedido que surjan las habituales personas -maliciosamente anónimas- que dudan hasta de lo bueno o que pervierten los hechos para acumular odio innecesario. ¿En verdad creemos que el alcalde favorece o consiente tal abandono? ¿En verdad creemos que los policías municipales se cruzan de ojos si contemplan arrojar basuras? ¿Qué nos está pasando que no pasamos una sin aprovechar la posibillidad de causar daño gratuito?
Una banderita para Adrián
Goyo
01-jun-11