Si Marciano levantase la cabeza…

Padre,… hoy han visto nuestras tierras (ahora se dice «nuestras tierras», pero los propietarios siguen siendo los mismos) te decía, que hoy han visto nuestras tierras a otras gentes. Era una de esas tardes de calor ancho.

Iban montadas algunas gentes en grandes autobuses y desde sus asientos elevados, -me imaginaba yo- es como si contemplásemos los campos secos como cuando los veíamos pajizos desde lo alto de la carga de los carros camino a la era. Otras gentes iban en grandes y gordos coches negros; pensarás que pasarían mucho calor,… pues no, los grandes y gordos coches negros son fríos por dentro. (No sé porqué se presenta ahora a estos recuerdos aquella yegua negra del amo.)

¿Te acuerdas de los llanos de cebada de La Torre…? pues allí hay ahora un gigantesco tinao que almacena señales de tráfico, pinturas blancas, camiones y maquinaria para arreglar los baches. Aquellos campos que solían ser de cebada hoy están cruzados por carriles, carreteras, revueltas y rotondas que no sabes cómo nos aseguran la circulación. Bueno, pues de allí salimos montados en ocho o nueve autobuses, repletos de periodistas, alcaldesas, ingenieros, concejales, industriales, empresarias,… Y nos llevaron en un santiamén a los riberos del Almonte y del Tajo.

Antes de llegar a los ríos cruzamos El Muelo y La Dehesilla, que este año no la han sembrado de nada. Después pasamos por Fuente Fría y por Las Aceras, que tampoco se siembran ya desde hace muchos años… aunque desde el autobús se siguen señalando los últimos surcos, que digo yo que serán las arrugas que le nacen ahora a los baldíos. Cuando pasamos por Las Nateras, tampoco vi rastros de centeno, ni rastrojos de avena. Es verdad que también parecían dibujarse surcos en las costanas,…

Ni una carga, ni un carro, ni una bestia, ni una cuadrilla de espigadoras,… sobre un campo inmenso y vacío hemos construido como dos grandiosos surcos negros: un gran autopista que viene del progreso y nos lleva al progreso. Para ir a la Feria de Cañaveral ya no se necesita un día, para ir a Santiago no es preciso guardar el equilibro por las pasaderas del Molino del Tío Nicanor, los de Hinojal ya ni ven el Tajo para venir a Cáceres.

Algunos hombres de los Cuatro Lugares, de esos que tienen la edad que tú hubieses tenido ahora sin morir, están pensativos sobre el largo puente del Tajo,… allí abajo, y al este, y al oeste,… las verdes encinas dejan dibujar una franja quieta de agua azul y esos dos colores creo que le empujan las lágrimas. A tragantones balbucean recuerdos a la vez que golpean dulcemente el suelo con su bastón. “Si Marciano el talavaniego levantase la cabeza …”

Volvemos con un gazpacho de sensaciones, también se mezcla el aire frío del interior del autobús con los molestos rayos del atardecer tras los cristales. Las primeras sombras de los taludes, las alargadas sombras de las retamas, los dos surcos negros, impresionantes, cruzando intensamente las doradas colinas,… allí a lo alto veo una coguta, elevando su vuelo con ese baile hacia el más arriba, ¿cómo verá la coguta los surcos negros?. Si Marciano levantase la cabeza…

Vuelve a enriquecerse el paisaje, lo mismo porque la pizarra deja ver una veta de cuarzo blanquísimo como porque una tierna encinita se asoma a la autovía. Todo está esperando a que las primeras lluvias vistan de elegancia todo alrededor. Debiera estar prohibido circular sin ver; pero eso cosa del pasado.

Uno ha dicho que esto debió pasar hace cincuenta años, muchos hubiesen querido que otros levantasen la cabeza,… quizá nos pase por tenerla demasiado agachada.

Goyo
29-jul-06Â

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