Los árboles de Saramago

“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer…” Así comenzó José Saramago el discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura.


“…y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.”

Pienso que si cada casa, cada vivienda, cada apartamento, tuviese un árbol ineludiblemente asociado, quizá no tuviésemos nietos que fuesen premio Nobel, pero tendríamos nietos sabios.

Goyo
lunes, 6 de marzo

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