La Milana



Ahora, en estas épocas, hay líneas como las que siguen a las que se les pega sin esfuerzo alguno la expresión “desarrollo sostenible”; pero no son fáciles, ni están generalmente aceptadas, las razones por las que una decisión de progreso permite tal etiqueta.

La Naturaleza está llena de chivatos, mucho más fiables que las lucecitas que traen los nuevos automóviles, esas que indican que la persona que se sienta al lado desequilibra el amortiguador y sugiere medidas correctoras y entonces la suspensión reacciona con educada incorrección. Además, los indicadores naturales tienen mayor variedad de colores y formas, pueden ser también intermitentes y los hay de condición fija.

Yo no era capaz de desentrañar la esencia del mensaje del santo inocente Azarías: lo de mearse las manos por la mañana, era cuestión facilona y conocido remedio para muchas dermatitis y dolores de cutis; pero lo de la milana, no acababa de entenderlo. Hasta que una tarde, en mi pueblo, al ladito de mi casa, una entrañable amiga me hacía observar la inmediata cercanía del vuelo de un milano. Ella no sabía que era un milano, no identificaba lo que volaba. Su impacto visual se debía al plumaje tan ordenado, tan oscuro y tan marrón que presentaba en su silueta de vecino habituado, y su impacto ambiental se completaba con el sonido elegante del batir de sus alas,… para ella, para mi amiga, era una experiencia entrañablemente agradable: sorpresa inesperada que se alejó fugaz.

Entonces, propongo yo, que un indicador fiable y natural para saber si una ciudad es sostenible puede consistir en comprobar si se ve un milano merodear por sus cielos; yo opino que si hay una calle desde donde no se ve, esa calle pertenece a la parte urbana insostenible. Así cualquier persona podría tener medida exacta y razón cierta sin necesidad de pertenecer a ninguna plataforma. Si no se aceptase, puede guiarse por los indicadores que cifran las leyes de los humanos. Por alejarnos un poco, fijémonos en los canarios (los de las islas del Lobo, no los pajaritos amarillos): no admiten que se urbanice nuevo suelo con un índice superior a 400 habitantes por hectárea (Ley 19/2003). Para el milano, la ciudad sostenible no debiera sobrepasar mucho las doscientas hectáreas, que en habitantes no debe suponer más treinta mil.

No estaban tan locos aquellos romanos, que leían el futuro observando el vuelo de las aves.

¡ Milana bonita !

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.