La cena y la chaqueta

 

 

 


 

Navidad de los años tristes; era poco más de los cuarenta y el Ayuntamiento celebraba una de sus pompas anuales anunciando que en la Plaza Mayor se daría la cena a los pobres, que para eso la caridad cristiana se diferenciaba de aquella €œjudía€ que dejó a la intemperie del portal al Divino Redentor. Las campanas tañían rotundas como para compulsar que aquello era cierto y reconocido conforme, una vez contrastada la equivalencia de la ideología triunfante con los principios eclesiásticos. Y viceversa.

Y el sujeto de esta historia, como padecía frío de invierno, quiso remediarlo una vecina rica con ternura navideña:

 …que te damos esta chaqueta que al señor ya le queda pequeña porque ha engordado y a ti te queda elegante, porque está nueva, vamos que se la ha puesto dos o tres veces, que ya verás cómo se apetece, porque debes saber que es una prenda abrigona-abrigona, a pesar de ser chaqueta…

Me contaba Vicente que la prenda era de cuadros y de paño cálido, y funcionaba como si en los hombros le hubiesen colocado una bufanda y en los riñones una faja. En aquel caso de aquella noche, la chaqueta ni tan siquiera pesaba, diríase que padecía ligereza invernal. Hasta la barriga se avecinaba ligera.

A la noche que ahora se llama buena, llega siempre temprana de hora, por lo que la hambruna todavía no había entrado en situación de arrugar al estómago; pero las campanadas funcionan como los timbres de Pavlov y crecían las ganas de sopa de gallina a medida que se avanzaba en la larga cola que apunta a la perola humeante.

Un conocido falangista y devoto del Nazareno ostenta el cíngulo gualda y regula el orden; cuando ve al fulano de la chaqueta, se para junto a él para mirarlo con calculado detenimiento.

…¡eh, tú!, con esa chaqueta tú no puedes coger cena ninguna, que más parece que te tocó antes de ayer la lotería…pero ¿qué te has creído?. Esto es para gente pobre no para aprovechaos,… venga, lárgate despacio que la gente no se dé cuenta de la vergüenza que estás pasando  y la que me está haciendo pasar a mí; caradura, que no tienes …

Me cuenta que llegó a casa llorando la impotencia, que es la condición que produce las lágrimas más densas, esas que abrigan más que una buena chaqueta y olvidan por un rato el hambre.

 

Goyo

23-dic-13 

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