Hacia una solución final?

30monedas

Cuentan algunas de las películas que he visto, que -en determinadas circunstancias- judíos polacos o zíngaros búlgaros admitían con decoro inhumano ese traslado último que los conducía del barracón de prisioneros al barracón del gas letal. En tan estudiadas circunstancias, la imposibilidad física de escapatoria facilitaba la construcción de una valentonada cobarde: con cierta compostura corderil se aceptaba aquel último viaje.

Otras de las historias más recientes, que sin duda también serán elevadas a condición artística, cuentan tragedias económicas edificadas sobre la hipoteca de una vivienda adquirida en burbujeante periodo. Aún pareciendo extraño, injusto y explicable, la magnitud de las tragedias se mide hoy mismo por la cantidad de recortes económicos que a nivel social y a nivel individual estamos sufriendo.

Es de tal grado el empalagamiento, el nominalismo y la exquisitez propagandística sobre el concepto del «recorte», que nadie se atreve a huir de su aparente e inexorable devenir . Conviene recordar que inexorable lo mismo puede significar que no se puede evitar, que significa que no se deja vencer con rogatorias. Como si una legión de predicadores se hubiese repartido en hogares, fábricas y bares anunciando la mala nueva. Ves la tele y una sencilla persona ya «ve normal» eso del recorte, su extensión, su generalización, … su contaminación.

Por simple lógica, una situación de déficit contable -como la que nos hemos, y nos han, fabricado- requiere el equilibrio que elimine la trampa. Ignoro aún por qué se ha elegido la opción de reducir gastos sociales y no se ha buscado el equilibrio aumentando los ingresos sociales.

Es decir, que tan válido es el ajuste deduciendo gastos como lo es incorporando nuevos y mayores ingresos. O sea, elevando los impuestos.

Ahora mismo no sé dónde lo he leído pero una encuesta afirma que una mayoría de nosotros prefiere que se consiga el ajuste con políticas de recortes que son políticas de impuestos. Yo creo que la explicación la podemos encontrar en que una inmensa mayoría no es funcionario; me explico: los autónomos, los empresarios, los profesionales libres,… están sujetos al impuesto por rendimiento de su trabajo una vez que ha percibido sus haberes, a posteriori. Mientras, la clase funcionarial percibe sus haberes tras la correspondiente carga de retención impositiva. Si a ello añadimos la circunstancia probada en este país de que la media de las declaraciones de los asalariados supera a la media de las declaraciones de los empresarios, podemos entender en algo las poquitas ganas que tiene la gente de someterse al impuesto y la valentía a soportar los recortes. Creen que sale «más económico» a sus bolsillos soportar la parte del recorte que afrontar la parte que exige una mayor participación.

No obstante, yo sigo creyendo que si la inteligencia política, el oficio periodístico y la pedagogía de los dirigentes sociales se hubiesen dirigido para convencernos de que es mejor aumentar la solidaridad que fomentar el individualismo, de que es mejor subir los ingresos que rebajar los gastos, ahora estaríamos en ilusiones más alegres y en perspectivas de futuro más aguerridas.

Así no ha sido; y lo que más pernicioso se presenta es que, aún así, están dispuestos a votar a los recortistas.

Mi parte está cumplida.

Goyo
03-oct-11

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