Guarro negro

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Hay parejas de palabras que se presentan como bendecidas de insigne estabilidad; por ejemplo, cuando un indio sioux dice de un emigrante irlandés “rostro pálido”, el patio de butacas entiende sin más explicaciones el grado de cariño entre autóctonos y alóctonos.

Cuando el maridaje se cocina con la “puta cabra” para que tal pareja defina el equilibrio emocional de una persona, ya nos sobran los dictámenes periciales de los psicólogos mejor pagados; incluso “chota” puede ser sinónimo de “cabra” en estos casos y para estos lugares de Extremadura.

Convive con nosotros un interminable rosario de parejas de palabras bien afectadas; pero recientemente una de ellas me ha llamado la atención por el sentido que pueda tener fuera de Extremadura: “guarro negro”. El sentido dañino, adquiriría su mayor trascendencia si el adjetivo pasase a ser nombre y viceversa, entonces nos sería difícil – a los extremeños- articular el argumento de estar haciendo un lirismo del «sus domesticus» anteponiendo el calificativo al nombre del animal, imitando una cosa así como “blanca paloma”.

Guarro negro es una web comercial extremeña que anima a comprar productos de calidad del cerdo ibérico, de buenos vinos y de buenos quesos. Y a nosotros, esta pareja nos suena bien, no lastima, da empaque, traduce buen hacer y nos apunta el camino de la calidad. Por eso conviene preguntarse qué interpretación podrá concederle un almeriense o un mallorquín, cuando no un africano que comienza a conocer nuestro idioma. Me sigue resultando curiosa la condición significativa tan bipolar que puede alcanzar esta pareja tan bien avenida por nuestras tierras y tan mal llevada cuando la intención es aviesa.

Recuerdo que en mi casa, tuvimos hace mucho tiempo una guarra colorá, a la que enseñé el camino de ida y vuelta con cortos puñaditos de bellotas y la que en una semana memorizó e hizo obediencia al horario del porquero. La cochina colorá dio las longanizas más exquisitas que jamás he probado y en aquella infancia se discutía sobre si era la negra o la colorá la variedad más gustosa. Apenas quedan ya de aquellas rojas carnes.

Mi madre decía que era una cochina pitorrera, pareja de palabras a la que otro día dedicaré algún pensamiento.

Goyo

03-oct-06

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