El hombre del establo

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Todas las obras y consecuencias del conocimiento humano deben gozar de libertad; no debieran estar sujetas sino al ejercicio de la voluntad y a la propia capacidad de aprender: si lo quiero, me aprendo la tabla de los lantánidos; si lo puedo, analizo los postulados filosóficos del Círculo de Viena.

Las ideas, entonces, adquieren su condición y esencia en cuanto alcanzan la posibilidad de ser trasladadas a otras mentes, compartidas por otras opiniones, conocidas como algo nuevo y añadible,… una idea intransmisible no existe como tal y toda idea lo es porque adquiere su condición de transmisividad.

Decimos con reposado desparpajo que estamos entrando en la Sociedad de la Información, a la que vamos a llegar a base de agradables empujones de la imaginación y de soportados tropezones con la creatividad; pero el «copiar» y el «pegar» ya lo utilizó simple y universalmente Guttemberg; Gates no es más que un millonario con un código esclavo. A Willian Henry Gates III, alias Bill Gates, parece pasarle como las ricachonas damas de la intemperie franquista: aún le queda algo de piedad con la que ejercitar miseridordia a través de uan fundación… sin soltar al esclavo, que es tan misterioso que incluso se llama «código fuente».     Â

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Por eso, por nuestra condición de humanos que aspiramos a educarnos en grupos complejos, nos agrada la figura y los principios de Richard Stallman (Ricardo el del establo) que dice y practica la creencia de que compartir el conocimiento no es ya solo una debilidad que alimenta el chismorreo; compartir el conocimiento es un deber moral.

Y va Ibarra y le da el premio, que es también lo que sabemos hacer: compartir agradecimientos.Â

Goyo
11-feb-07Â

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