El grillo

Porque no lo sabéis, os digo que tengo una casa con «corrá», cosa distinta a casa con patio. También os digo, aunque lo sabéis, que estamos pasando los calores de «..y esto qué va a ser?».

Son las diez de la noche naciente y del día que quiere irse, acabo de venir del campo reseco y el cuerpo me pide agua por dentro y por fuera. Me ducho en el corrá y oigo un grillo darle a los elitros buscando guerra. No sé si está bajo aquellas macetas de geranios o bajo los royos que coloqué alrededor del níspero.

El cri-cri se repite con insistencia. Cuento los mensajes. Treinta y dos y descansa. Catorce y descansa. Treinta y nueve y descansa. Dieciséis y descansa… Los descansos del grillo de mi corrá apenas duran un segundo. Si quiero que duren más, me acerca allí donde parecen que surgen los mensajes y el grillo calla justo cuando crees que has localizado la fuente del sonido.

Me alejo para seguir remojándome y el grillo vuelve a emitir el penetrante cri-cri. Y me ataca por sorpresa la sospecha de que esta madrugada, quizá el grillo no haya encontrado compañera y siga con sus intenciones.

Son las tres de la tórrida madrugada y las sábanas desprenden olor de algodón calentorro, como quizá huele el algodón del Missouri, pero pronto me duermo.

Molesto, como esclavo del sueño, un cri-cri cercano me desvela, sigue introduciéndose por la ventana y me señala -como si no lo hubiera ya descubierto- que viene del corrá. Son las cinco de la misma tórrida madrugada y me apetecen dos cosas: otra ducha y entablar contacto con el grillo.

Salgo al corrá con paso silencioso y el cri-cri aumenta de volumen; piso sin querer una hoja reseca del níspero y el crujido silencia al grillo. Vuelve el cri-cri. Surge el chorro de agua y cesa el grillo. De inmediato, vuelve el cri-cri… y así en un juego continuo de sonidos inesperados y sonidos esperados.

Dejo que la caló seque el agua y dejo al tiempo que me indique dónde se enconde el critador. Agarro el badil y remuevo con energía las piedras que lo refugian. Y se calla.

Joder, por lo menos le he pegado un buen susto, -pienso-

Me voy fresco y sin viento que se mueva a las sábanas de cálido algodón y el grillo me deja dormir.

Este atardecer he vuelto a oirlo.

Le voy a dedicar un post. Aunque para algunos este detalle no sea de la Extremadura positiva.

Goyo
16-jul-06

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