Einstein en Cáceres

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No sé cómo me las arreglo para rodearme de dudas. Creo que debo reconocerme dudodependiente porque en realidad no me angustian sino que me dan marcha y no me producen resaca “post-party”.

Llegó la noche -que es mi tempus- y cogí un papel; tracé cuatro círculos que expresaban los grupos cacereños: uno, el de los dueños del ocio; otro, el de los dueños del negocio, otro, el de los dueños del gobierno y un último, el de los dueños del sueño,… que son las cuatro esencias sociales que definen, según sus intereses principales, el desequilibrio de intereses propios y públicos de lo que se sigue llamando «movida«. Y además pensé que debía pensar que yo no era de Cáceres, por distanciarme así a ver cómo lo puede ver un foráneo un desafío local de encontrar armonía rebuscando entre líos.

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Según los grafos verdes de tendencia a la armonía, hay grupos que admiten la unión con algún otro pero no de todos. Según los trazos de tendencia al rechazo, hay grupos que articulan el appartheid de otros pero no de todos. Ejemplo de trazo verde es el doble flujo de los dueños de ocio y negocio (los bares quieren clientes, los clientes quieren bares) y ejemplo de trazo rojo es el versus ocio/sueño (la jarana de la clientela vivaz impide dormir al vecindario somnoliento). Después hay trazos que no sé si lo son, ni de qué color hay que pintarlos; pero eso es problema menor y, -presumiblemente- modificable o corregible.

El caso es que se percibe que tanto los trazos como las causas de las tensiones vienen definidas por tres condiciones dominadas por la ciencia Física, que es una ciencia exacta y no por la Política, que es una práctica opinable. Las causas físicas, digo, del estado de la cuestión son tres: espacio, tiempo y sonido. Eliminando tan sólo uno de ellos, el sonido, la cosa tendría solución de inmediato; pero eso no parece muy viable porque el personal no está por la parte de hacer un ensayo sobre la sordera. Quizá dotando a toda la movida de auriculares personales inalámbricos la música sería repartida a gusto individual; el inconveniente es que, para hablar, tendríamos que dar muchas voces, cosa nada nuevo y a la que mucha gente está ya acostumbrada; así lo bueno de un sonido que se quita, se malea con un sonido que se añade. No parece que sea la solución.

Otra forma de remedio surgiría declarando la incompatibilidad de los tiempos; es decir prohibir dormir mientras se mueve la cultura, o viceversa. Claro, esta solución no es muy del gusto de al menos dos de los grupos.

Otra posible fórmula sería la de regular el uso espacial asignando a cada grupo su espacio preciso con independencia del tiempo. Es este caso, el único grupo que lo tiene claro es el del gobierno, que tiene que estar las 24 horas disponible, asequible, audible, visible,… El resto de los grupos desea libertad de elección.

Como queda demostrado que todo es relativo, definido por magnitudes físicas y detectado dentro del principio de incertidumbre de Heisemberg, pásese el problema a la Facultad de Física de la Universidad de Extremadura y cunda el contento porque de inmediato tendremos resuelta la aporía.

Goyo

26.may.08


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