Duda a la bolonesa

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Nunca repudié una huelga. Aunque estuviese racionalmente equivocado, me gustó y me gusta armarla con el arma más pacífica que tiene la colectividad. Y nunca me escudé en el número; por eso me anima el alma que los estudiantes universitarios, y vísperos, se las arreglen para hacerse un huevo -perdón-, un hueco en la importancia. Para ellas, para ellos, les expongo mi duda experimentada.

 

He de decir que, como estudiante, tuve la fama tanto de bueno como de revoltoso aunque tirando a pavo. Como estudiado, cuando éramos muy pocos los que creíamos que “eso” de Europa era algo más que ir a Perpignan a ver no sé qué cosa del tango, tuvimos “la necesidad” de irnos a Bélgica, prestada mi condición de maestro al Ministerio de Asuntos Exteriores, que en aquel entonces lo era bajo la batuta del asturiano Morán.

 

Bélgica nos acogió con la mayor tasa de humanismo que he conocido y, además -porque lo supe de cerca- fue una de las naciones que evitó trabas a que nuestra dolida España entrase en lo que entonces era “Mercado Común”. No obstante la preocupación mercantil, muchas instituciones belgan nadaban ya en la superación de lo económico y fijaron sus primeros cuidados en el campo de las culturas y de las ciencias; así, que no me fue difícil introducirme en los primeros vericuetos universitarios de la Universidad Libre de Bruselas.

Dos años más tarde, me hice forofo del Instituto Superior de Psicología Experimental de la Universidad de Lieja; allí me admitieron para seguir cursos que se llamaban entonces de “postgrado” y que suponían los primeros y necesarios pasos para que un licenciado adquiriese la condición de doctor. Nada más vieron el papel oficial de la Uned y aquello fueron puertas abiertas. No solo estudié sino que aporté, y fueron admitidas, las bases científicas de una tesis sobre los comportamientos verbales en el aula.

 

Aquella estancia acabó sin que hubiese tiempo a rematar la faena bajo la prestigiosa cátedra de George de Ladsheere, y regresé a nuestro país, inmerso ya en la Europa antes soñada.

 

La Universidad de nuestra Extremadura Europea, y nuestro MEC de nuestra España Europea, al ver los papeles de la Universidad de Lieja, me recibieron con los siguientes brazos: 1) imposible dirigir la tesis porque lo que ahora apoyamos son los estudios cualitativos y en su propuesta abundan las fórmulas matemáticas; y 2) aunque haya estado como estudiante de postgrado en la Universidad de Lieja durante dos años, no se contempla este hecho como suficiente para concederle la especialidad de Idioma Francés en Enseñanza Primaria. Tócate los huecos.

 

Pero no se me ocurrió levantarme en huelga para que se instalara el espíritu de Bolonia; estaba solo y a mí me va la comparsa.

Goyo08-dic-08

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