Derecho industrial y derecho ecológico (desde el sumidero)

 

 humounesco.jpg

 

 

 

Algunos estudiantes y algunos estudiosos fijan como en la mitad del siglo XIX el parto y nacimiento de lo que fue en su época “nueva economía” definida por una especie de globo en forma de red en las que sus elementos eran la industria del telar, el tren y el barco de vapor, los prestamistas que comenzaron a denominarse banqueros, un tal Carlos Marx que airea el oculto concepto de la plusvalía, deciden los obreros sindicarse,…y sobre todo, aquellas clases pobres y su esencia en la opinión de una ensombrerada señora inglesa:  Las clases pobres no tienen remedio; pues no hay más que ver cómo visten, con cuánta poca higiene se rodean, cómo de torcidas y sucias son sus calles y casas, con qué lenguaje se comunican, …así es normal que padezcan tantas enfermedades y dolencias y tengan sus vástagos tan escasa inclinación a las tareas intelectuales y tan bajas dedicaciones en la escuela parroquial y en la misma iglesia.”. Valoración que no me espantaría escuchar en estos prolegómenos de mitad del siglo XXI.

 

A la sombra y a la luz de la economía decimonónica del hierro y del carbón, se despierta la inquietud científica y la indagación intelectual (para mí son lo mismo); la época de los inventos (i) junto con los descubrimientos científicos (+d) revolucionan la industria (+i) que exige de nuevo la repetición del ciclo con nuevos inventos. No obstante no se conoce aquel fenómeno como un curioso precursor “i+d+i”; sino como “la revolución industrial” que sustituye y desprecia a la economía del trueque, a la sociedad , a la cultura rural y al despertar crítico. Cincuenta años después del nacimiento del marxismo aparece tibia la “Doctrina Social de la Iglesia; bueno eso lo dejo para otra ocasión.

Claro que esto pasó mucho tiempo ha y de poco deben servir aquellas experiencias. Ahora tenemos otras que las reduzco a tres por no multiplicarlas a trescientas. La primera es cuando una alta responsable de la cordura medioambiental extremeña afirma que: Extremadura puede y debe permitirse contar con más industrias porque aún así «podríamos seguir respirando un aire de gran calidad«.  O sea, que desde algunas alturas se da por sentado que cualquier tipo de industria proporciona contaminación del aire y no parece que esto sea siempre así; pues puede que incluso sea más peligroso: que una actividad industrial sea inocua para la atmósfera pero altamente tóxica para las aguas. Y aún debe haber más: aire y agua no solo son los productos necesarios para la vida de las personas; éstas se alimentan con otros líquidos y otros sólidos y con una astronómica diversidad gastronómica. Agua, aire y alimentos son las esencias, y yo creo que guardar la calidad del agua es la primera condición de salubridad medioambiental, mucho antes que la de los alimentos y mucho antes que la del aire.

Y como si esto no fuera necesario, el máximo responsable de la Industria, de la Energía y del Medio Ambiente, redunda en lo dicho, lo amplifica y lo presenta noticiable como si estos planteamientos debiesen llegar bien pronto a la reunión que en Londres van a tener lo “enteraos”. Según los datos de la noticia, los bosques extremeños (entre los que se incluyen las dehesas, reforestaciones, matorral y monte bajo, riberas y pastizales) tienen capacidad para mitigar 1,3 millones de Tm/año de CO2. A su vez, la producción de CO2 por el sector industrial extremeño llega a casi 1,2 millones de Tm/año. Digamos por tanto que tenemos un ligero “superávit ecológico” atendiendo y considerando las emisiones de las que son responsables los sectores sujetos al comercio de derechos de emisión en Extremadura que, a día de hoy, se cifran en 1.172.543 de Tm/año. Hay otros sectores contaminantes que por estar “fuera del mercado de los derechos de emisión” siguen sin considerarse y creo que convendría también
afrontar este problema (menor?) ahora que parecen divisarse las ganas.

Yo no creo acertada, ni prometedora, ni ilusionante, … la compostura argumental del señor Navarro; sobre todo porque provoca innecesariamente rechazo en las gentes sensibles a la problemática medioambiental; a no ser que volvamos a mostrar simpatías hacia los argumentos de aquella sombrereada señora inglesa. Goyo01-abr-09 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.