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En Estados Unidos hay un nacimiento cada siete segundos; una muerte cada 11; y un inmigrante llega cada 31. Y Los Angeles, California, es el lugar donde más nacimientos por minuto hay; así que, según los cálculos, es muy probable que el número mágico de los trescientos millones de estadounidenses sea completado hoy, quizá mañana, casi seguro por un latinoamericano, quizá por un afroamericano.

Hasta los más retorcidos analistas reconocen que los Estados Unidos no hubiesen sido lo que son si la inmigración diversa y numerosa no hubiese llenado sus calles y sus fábricas. Lo mismo pensaban hace ya treinta años los alemanes, los holandeses y los belgas. A nosotros los extremeños, aún nos cuesta reconocer la valía de la inmigración; tal vez como si algunos quisieran con ello invalidar el sacrificio y el tesón de los que lo hicieron.

Busco entonces fotos para acompañar el texto y me encuentro con este raro ejemplar, que conviene cuidadosamente ampliar. Lo primero en observar ha de ser la cara de tristeza incomprendida que la niña tiene mientras mira a su madre llorosa; por último, contemple la sonrisa del guitarrista.

(Es una foto que la ofrece Google si buscas imágenes bajo el lema «negroide«, en la hoja nº 3 aparece esta sorpresa, encontrada por pura casualidad)

Goyo
16-oct-06

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