La cavaera

Pronto hará quince años y no se me ha olvidado. Nuestras autonomías se entrenaban para el primer encuentro de la diversidad que compone nuestro país,… y el encuentro tenía carácter mundial, en Sevilla, en verano; y estas fechas eran ya los prolegómenos de los primeros preparativos de los pequeños pueblecitos para la Expo 92.


España se conjuntaba en dieciocho pabellones y todas la tierras y todos los mares tuvieron uno hermoso. A pesar de eso, yo era entonces concejal de Educación y Medio Ambiente de Casar de Cáceres y asistí en representación de mi pueblo, a una reunión de los municipios de la comarca del sur del río Tajo. Y ya era inocente por inexperto.


Digo que andaban concejales y alcaldes deliberando sobre qué centro de interés podría ser el más apropiado encerrar en aquella urna de cristal que mostraría en nuestro pabellón, semana tras semana, algunos de los muchos rincones extremeños. Era una urna como de un metro de altura, que albergaba el objeto cifra y clave del cachito de región seleccionado. El objetivo del debate de los ediles bailaba desde la esencia del manto de Santo Toribio, al agua pura de la fuente de la mártir, pasando por la indiscutible belleza del bordado lugareño. Era como si cada mandatario tuviese una sardina y había que calentarla para cupiera en el expositor: casi todos los pueblos declamaban el mejor argumento probatorio de lo propio y excluyente del resto; y entonces a mí se me ocurre proponer: una cavaera.


“¿Una cavaera?” se preguntaron unos cuantos mientras achicaban el cuello como para mostrar mayor duda.


“¿Qué es una cavaera?” –preguntó bajito un ignorante–.


No jodamos,… ¿una cavaera?” –se preguntaba en crítica y extrañeza un alcaldón–.


La cavaera es la herramienta que usaron los sufridos campesinos para adehesar el bosque de los llanos latifundistas, para dejar a la mejor distancia una y otra encina, medida a buen ojo de trozo de suelo fértil porque el desbroce de la retama y el brezo habían descubierto el potencial del suelo para el cultivo del cereal o para la exclusión del sotobosque mediterráneo a cambio de los nuevos pastos de otoño y primavera. La cavaera es la herramienta más diabólica en su concepción de útil pesado y efectivo, de dolor de riñones y de martirio de raíces agrestes. La cavaera antecede al sudor que compuso la dehesa, es el arma que utilizaron los pobres para hacer más ricos a los ricos. Es la causa de la nueva imagen paisajística de nuestra tierra. Merece una semana en la urna,… ( y otras cosas más que no conviene añadir ahora).


Me quedé solito.


Para una vez que pudimos mostrar a todo el mundo el origen ingrato y penoso de los campos de aquí, la “corrección política” posibilitó que la urna mostrase otras esencias.

A que te gustaría ver la foto de una cavaera, ¿verdad?. Quedas castigado quince años más por maleante intelectivo.


Goyo
14-dic-05

¿ Quousque tandem, Matritum, … ? ( y II )

El hormigón no se aprecia tanto con la noche y las luces lo iluminan todo; iluminan hasta el cielo y tapan las estrellas; es entonces imposible ver una estrella en una noche quieta y negra de Madrid. Será que se han bajado (¿del cielo a Madrid?, o… es al revés?) pero a mí particularmente las luces me hacen fijarme en la basura, en los contenedores metálicos de escombros, en los depósitos de residuos comerciales, industriales y poco hogareños. Observamos y comentamos y me afirma una compañera que llevo al lado que unos amigos suyos de Tarragona se han montado el mobiliario de una masía rehabilitada dándose vueltas por los contendores de la ciudad. Lo mismo hasta es así, que los madrileños disponen sus sobras para que nos montemos el rollito del reciclaje –comenta–.

Y al instante me vuelve a la memoria el tren entrando en el monstruo y la gigantesca tubería de agua, y otro tren inmenso sacando los restos que por otros caminos han entrado, incluso volando. ¿Dónde se almacena la basura que se recoge? Habiendo tanta repartida por doquier, no recuerdo que ninguno de los cientos de almacenes del camino tenga el rótulo “Almacén de Basura” “Basuras Tecnológicas SA” o algo así. ¿Dónde se guardan los detritus?

Si los cinco o seis millones de personas de la megápolis –siendo moderados– producen una media de un kilo de basura por persona y día, se requiere, a diario, una flota de mil camiones cargados cada uno con seis mil kilos para quitar los residuos urbanos del medio de la urbe. Como la basura no suele enterrarse donde nace, aunque viaje un poquito para airearse, no muy lejos de Madrid se estará almacenado, escondiendo o tratando, ¿no?. El problema radica en hallar cuánto tiempo le queda a Madrid para sepultarse en su propia basura o buscar si no, algún sitio donde guardarla porque, … no la mandarán para acá, ni se venderá, ni se comprará,… ¿ verdad que no?.

¿Cuándo va a nacer el iluminado que denuncie que Madrid no puede seguir creciendo? ¿Cuántas veces habrá que decir que muchas ciudades no deben seguir creciendo más? ¿A cuántos pueblos hay que matar, o dejar morir, para seguir alimentando tanto monstruo?

Cuando regresé de lo que llaman ciudad, mantuve el cuidado para localizar al menos el cartel que te indicase que la dejabas. Tampoco lo encontré… será que es infinita.

¿ Quousque tandem, Matritum, … ?

He vuelto a Madrid con la misma desgana que con ganas he vuelto.

No bien dejas las tierras onduladas de las cigüeñas, y una llanura que esconde el horizonte te avisa, con su neblina, que allí a lo lejos, en lo que fue aquel pueblecito manchego lleno de subsecretarios… está el monstruo. Voy en tren, muchos kilómetros antes de pararse, viajo como entre dos grandiosas paredes de bloques con plantas bajas repletas de algunos graffitis bellísimos, de humos torpes, de paredes caídas o vueltas a recomponer, de almacenes olvidados, de naves industriales de nuevo diseño, de vertederos y de puentes que atraviesamos por abajo para que los coches puedan quedar siempre encima.

El hormigón poco a poco se traga al campo y después, mucho a mucho. También engulle a los tímidos parques de árboles anoréxicos. Eso ocurre no sé exactamente dónde, porque me parece que no han puesto ningún cartel que anuncie que estás en Madrid, así no sé dónde comienza.

Como hay tantos (tántos, cuando se refiere a muchísimos debería llevar tilde) digo que como hay tantos edificios, y es atardeciendo el viernes, sospecho que mucha gente está tirando de la cadena; y entonces pienso que así como entra de violento y ágil el tren, igual como se introduce la máquina y los vagones en el monstruo, un chorro cubierto y subterráneo de agua sucia, de las mismas dimensiones que el convoy ferroviario, se escapa de la panza del monstruo. Así de gordo, así de largo. Vomita lo que cinco o seis millones de personas gastando agua, a unos doscientos litros diarios: unos mil millones de litros al día. Debemos suponer que otro chorro igual de grande y de agua limpia estará entrando por otro sitio. Párese: mil millones de litros al día.

De todos modos me pregunto: ¿dónde va a parar tanta agua sucia? Y entonces recuerdo que las tierras de la Meseta se inclinan hacia Extremadura y Portugal, que poco a poco el Tajo va recogiendo las aguas. Quizá como extremeño no me debiera preocupar tanto; los gobernantes de la comunidad madrileña han dispuesto su celo instalando eficaces depuradoras para devolver al ambiente el agua clara que el ambiente le regala limpia un poco antes de que los ríos lleguen a Madrid.

Llega la noche y nos vamos de tapas, y así encontramos respuesta amplia al apetito y me tropiezo con otra pregunta que me roba el sueño.

(Continuará) Dejad que otro día os termine este largo post.

Solo son dos minutos


Revolviendo mis papeles, me he encontrado este poemita que compuse al poco de comenzar la guerra de Irak. Me gusta leerlo -lentamente- en dos minutos. Os lo dedico. También a vuestras hijas y a vuestros hijos. ¿Está permitida aquí la poesía tierna?

Poema para que canten los niños y queden tristes.

Hola niñita:
una bala salió de pronto, quemando,...
Una bala rompió la ropa de su mamá,
rasgó la carne, astilló el hueso
y dejó escapar la vida por donde entró.
 
Y dejó un huequecito por donde se huye.
 
La niña tiene dedos pequeños
que no pueden tapar los borbotones:
miedo, llanto, sangre y madre.
El nuevo peso del cuerpo le anuncia la soledad.
 
 
Tengo otra historia, mi niño:
son dos hermanos que vienen,
la escuela está bajo la lluvia
y su abuelo los mira mojado desde el pobre huerto.
Un rugido asusta al suelo
y sale un monstruo de humo, ruido y barro
que arranca entera media pierna.
Gritan, lloran, penas, minas,...
 
 
Más historias:
vio a su hijo fuerte, roto y boca abajo.
El tanque rompió el almendro con pocas flores.
El pozo se suicidó de cadáveres.
Los campos huelen a carne asada
y el hambre se avecina
y se hace presidenta de la comunidad de propietarios
que tienen ahora un nuevo amo.
 
Que tienen de nuevo a su viejo amo.
 
Esa es la guerra.

16 de marzo de 2003. Ana Simandro

El sobre del imbécil

¿Recuerdas aquel racarraca de la máquina de escribir al entrarle la hoja y disponerla para aguantar los tipos? Eran como bruscas y graves notas sonoras, muy distantes en armonía a las que hoy nos anuncian que la aplicación del envidiado señor Gates está disponible.

Hoy, como muchos días, he encendido la máquina que me ordena los papeles y algunas ideas. Aprecio la comercial sinfonía anunciadora de la buena disposición y comienzo a cumplimentar el blanco de la pantalla: voy a escribiros un ensayo sobre la imbecilidad.

Lo hago porque somos pocos, muy animados (animados significa con alma, a pesar de mi agnosticismo), cómplices,… y así, la vergüenza del desacierto la reparto con esmero porque si desacierto fuera, recibiría las críticas más cariñosas. Lo hago pensando en Las Ideas.

Si fuéramos muchos, lo mismo las ideas eran pocas… o pobres.

Se aproxima la época de la esplendidez y magnificencia; hasta las empresas otorgan beneficios de estima incluso antes de conocer el balance definitivo del año. Pero mi empresa no estima que yo haga causado tanto beneficio como para mostrarse suntuosa; ya sabéis, soy maestro.

Luego, un tierno amigo me dice que negocia abiertamente el sobre con el proveedor de la cosa comestible; que el sobre, cuando lo abres, muestra un montoncillo agradable de billetes de banco al uso, que son para la armonía del conjunto. Y que también hay botellas de vino de los lugares más soleados y de las bodegas más húmedas. Y dulces sin azúcar. Y frutos secos del último otoño. Y carnes embuchadas en pimentón. Y otros muchos y selectos manjares, bebidas y regalías.

Y yo, por ninguna de mis condiciones me tropiezo con esas ofertas que dicen que ablandan el arresto o doblegan la voluntad. Será que sabrán ya que he conocido mi puesto gracias a http://www.globalrichlist.com/

Mi mejor regalo es que entra con nosotros Manolo Saco, que tanto como dice su apellido habrá escrito y habrá que tener más cariño con lo que escribimos.

Hoy he escrito una breve carta sobre una niña que busca a su desaparecido padre y también una notas a Amnistia Internacional para que las lea el rey de Nepal.

¿No es verdad que me acerco a la cátedra de la impericia?

Manchas verdes

Comentando a los amigos que me han respondido a la propuesta idílica de que sea el comportamiento de un determinado animal el que determine el crecimiento de una ciudad (La milana) vuelvo a manifestar mi creencia en una expansión regida por principos geográficos y caudales de transporte tipo.
Los campos constructivos urbanos vendrían determindados en función del tipo de transporte y servicios previstos para un determinado tipo de població. Las ventajas de una megalópolis pueden componerse cuando a partir de una determinada extensión de ciudad se cree una relación de campo o zona no edificable que sirva de expansión visual, de espacio periurbano, de mancha verde protegida por una legislación impuesta incluso por resoluciones de las Naciones Unidas.
Incluso, soñando, ahora mismo pueden establecerse y recuperarse zonas futuras zonas libres en dentro de las altas densidades urbanas. Es cierto que a unos precios elevadísimos, pero menores que las pérdidas económicas de los grandes atascos de fines de semana. Con el precio del atasco del próximo viernes hay para comprar una manzana de casas en la zona de Aluche. Por ejemplo.

La Milana



Ahora, en estas épocas, hay líneas como las que siguen a las que se les pega sin esfuerzo alguno la expresión “desarrollo sostenible”; pero no son fáciles, ni están generalmente aceptadas, las razones por las que una decisión de progreso permite tal etiqueta.

La Naturaleza está llena de chivatos, mucho más fiables que las lucecitas que traen los nuevos automóviles, esas que indican que la persona que se sienta al lado desequilibra el amortiguador y sugiere medidas correctoras y entonces la suspensión reacciona con educada incorrección. Además, los indicadores naturales tienen mayor variedad de colores y formas, pueden ser también intermitentes y los hay de condición fija.

Yo no era capaz de desentrañar la esencia del mensaje del santo inocente Azarías: lo de mearse las manos por la mañana, era cuestión facilona y conocido remedio para muchas dermatitis y dolores de cutis; pero lo de la milana, no acababa de entenderlo. Hasta que una tarde, en mi pueblo, al ladito de mi casa, una entrañable amiga me hacía observar la inmediata cercanía del vuelo de un milano. Ella no sabía que era un milano, no identificaba lo que volaba. Su impacto visual se debía al plumaje tan ordenado, tan oscuro y tan marrón que presentaba en su silueta de vecino habituado, y su impacto ambiental se completaba con el sonido elegante del batir de sus alas,… para ella, para mi amiga, era una experiencia entrañablemente agradable: sorpresa inesperada que se alejó fugaz.

Entonces, propongo yo, que un indicador fiable y natural para saber si una ciudad es sostenible puede consistir en comprobar si se ve un milano merodear por sus cielos; yo opino que si hay una calle desde donde no se ve, esa calle pertenece a la parte urbana insostenible. Así cualquier persona podría tener medida exacta y razón cierta sin necesidad de pertenecer a ninguna plataforma. Si no se aceptase, puede guiarse por los indicadores que cifran las leyes de los humanos. Por alejarnos un poco, fijémonos en los canarios (los de las islas del Lobo, no los pajaritos amarillos): no admiten que se urbanice nuevo suelo con un índice superior a 400 habitantes por hectárea (Ley 19/2003). Para el milano, la ciudad sostenible no debiera sobrepasar mucho las doscientas hectáreas, que en habitantes no debe suponer más treinta mil.

No estaban tan locos aquellos romanos, que leían el futuro observando el vuelo de las aves.

¡ Milana bonita !

Un brevíssimo

Un brevíssimo es una intuición sin desarrollo literario, que sirve de oferta amiga para que alguien más fértil la aproveche y se apetezca elevando un texto. Este que hoy os presento es mezcla de la escucha de un actor argentivo a la que he añadido a unas gotitas de mis esencias.

«Coca. Dicen que la coca destroza la memoria; llevo treinta años tomando coca y me sigo acordando de cada raya.
Son los pobres, los que no pueden tomar coca, quienes pierden la memoria y no saben ya rebelarse.»

Goyo
17-nov-05

Terrorismo bellotero

Terrorismo bellotero

Lo sucedido, se debe en parte a que yo o tenía que tomar el avión en Barajas para ir a Barcelona, y desde allí trasladarme a Badalona a dar una conferencia sobre el Medio Ambiente. La causa era que una activa asociación de emigrantes extremeños me había requerido para completar con mi mensaje ambiental, la amplia tarde de entrega de premios de su certamen pictórico “Zurbarán”. El acto tenía como padrinos notables a la alcaldesa de Badalona y al presidente de la Diputación de Badajoz. El ambiente se prometía sabrosamente elevado.

Yo llevaba preparado un detalle para el Ayuntamiento de Badalona, otro para la asociación de extremeños y otro para el público asistente; ambos iban cuidadosamente distribuidos en dos bolsas de mano que no quise facturar como equipaje por asegurar así el trato debido. Así, hube de pasar el control de metales y la inspección de rayos X. Cuando me dispongo a coger la bolsa tras el paso por el scanner de rayos, un guardia civil me requiere y, señalando una bolsa me espeta: ¿Qué lleva usted aquí?. No sé -le respondo-.

Yo dije no saber porque no recordaba en ese instante si los quesos estaban en la bolsa que señalaba o era allí donde iban los platos. No sé si son los quesos o son los platos, -dije- rápido para corregir la terrible sospecha que mi duda podría haber compuesto: ¿Cómo no iba saber el propietario el contenido del paquete?. El Guardia Civil me responde a la vez que mira el monitor: los platos están aquí (en la otra) y los quesos están aquí (en la que teníamos delante) pero además de los quesos, ¿qué lleva usted?.

Ah! …bellotas. -aclaré- Son seiscientas bellotas, … bueno son trescientas bolsitas de plástico que contienen un tríptico que explica cómo sembrar una bellota, y en cada bolsita hay dos bellotas. ¿quiere usted una? Y saqué una de las bolsas para que viese de qué extraña mercancía estaba dudando. Y se quedó agradecido e ilusionado con la bolsita y allí no hubo más.

Después me observé en la retirada, entonces me di cuenta que frente a mí había habido dos guardias civiles cuando me interrogaban por el contenido de la bolsa y otros dos más detrás cuando me dispuse a abrirla. Después indagué por aquella desconfianza y me dijeron que la imagen del monitor semejaba una bolsa perfectamente dispuesta a modo de esos mortíferos explosivos; la abundancia de plásticos y la forma específica de las bellotas tenían la culpa.

Si queréis una de esa bolsitas, pedídmela. Tengo muchas. Son terroríficas. Nacen encinas.

Goyo
15-nov-05