A primeros de mayo del 2003, como si la fiesta internacional de los trabajadores estuviese dedicada a los guerreros, Bush decreta el fin de la guerra de Irak, lo digo por si no se habían dado cuenta.
Quince días más tarde, siete congresistas republicanos proponen al Congreso USA que se conceda una medalla de oro que tienen, al señor José María Aznar. Esta propuesta requiere que sea respaldada por las dos terceras partes de la Cámara de Representantes; los apoyos no parecen tan dispuestos como los de aquellos siete magníficos. Va transcurriendo el año, no cunde el ánimo y, con sigilo estudiado, el gobierno popular contrata a una influyente empresa de abogados para que, trabajando en lobby estilo, consiguiera los avales exigidos. Todo ello con dinero publico de los españoles,… la contrata. Se entiende.
La tarea de los señores abogados logró que los patrocinios se alcanzaran en justo y necesario número para que el asunto de la medalla entrase en consideración del Congreso; pero la ley exige que también el Senado norteamericano dé su visto bueno y este segundo proceso nunca se abrió.
No hay problemas; todo el mundo ha de tener derecho a una segunda oportunidad, así lo contempla también la legislación norteamericana y, en un mismo periodo legislativo se puede volver a intentar conseguir el mínimo de 290 firmas. El problema esencialmente serio es que el portavoz republicano de Tejas, Silvestre Reyes, el más fiero entusiasta de aquellos siete magníficos de hace dos años, no parece dispuesto a presentar de nuevo la iniciativa; con su vernáculo acento tejano dicen que se dejó decir “ The oven isn´t for buns“(1) que en traducción diplomática se dice: “no está en nuestros planes”.
Las malas plumas aseguran que la situación de postguerra iraquí está cada vez más complicada y no están los ánimos como para premiar a los promotores de aquel resurgimiento contra el enorme potencial de armas de destrucción masiva que gobernaba Sadam Hussein.
Todo el mundo ha de tener derecho a una segunda oportunidad: sugiero que desde esta bitácora, recabemos fondos para un escapulario. Ya tendremos tiempo para debatir a quien se lo regalamos.
(1) “El horno no está para bollos”. Expresión refinada que los congresistas yanquis utilizan para rechazar delicadamente una propuesta difícilmente encajable..