Hoy los consejos no le sirven ni al Rajoy; cuando la naturaleza argumentaria se engorda a base de tozudez, el miedo es el emperador del ambiente. Miren alrededor cómo de pobres se presentan las perspectivas del a Política: ni aparece ciencia, ni se percibe pasión. Así que las huestes del no-saber siguen creciendo.
Me lo hizo saber un amigo hace ya muchos años y le doy brillo por si alguien puede aprovecharlo.
Su madre -mujer ya de avanzada edad- seguía poderosa con el hábito de convivir de forma cotidiana con la pava, las gallinas, las pocas ovejas, los dos perros, los gatos, los cerdos, las palomas, los gorriones, el gallo y el carnero. Digo convivir, mucho más y mejor que cuidar, visitar, alimentar,… al ganado de subsistencia. Porque en el alimentar no se incrusta la armonía de observarse en las diferencias. Los gorriones desconfían de los gatos y éstos de los perros, que no dudan en molestar al pequeño rebaño cada vez que la vieja sabia les incita a recoger las ovejas para forma una pelota de lana viva, que contempla orgullosa el ama, que le sirve para crecer y que así la enfermedad y la vejez se congelan en el tiempo.
Aquella tarde padecía de la misma rutina que tenían las tardes rutinarias: las migajas para las gallinas, los huesos y las tripas para los perros, la espinas para los gatos, las frutas dañadas para las ovejas o los cerdos, la harinilla mojada y mezclada con pan duro para cualquiera que se sintiese goloso,…
Al instante, un violento topetazo lumbar la hace caer al suelo. El dolor es inmediato y percibe que ha sido la potente cabeza del carnero quien le ha golpeado. Se desconcierta en el pensamiento instantáneo que quiere buscar la explicación de por qué un animal tan bien cuidado y tras largos años de atención desmedida, es capaz de agredir con tanto fanatismo.
No se lo explica,… su carnero,…. Cientos de veces abrazado. Criado con paciencia y biberón. Juguete infantil de sus nietos. Borreguito que el tiempo hizo borrego de cuernos y cuerpo.
Intentó incorporarse, y con mayor bravura y contundencia topó toda la furia el carnero contra su protectora. Esta vez, la vieja se sintió entera de dolor, sólo parecía que tenía dolor que llenaba todo su cuerpo y que nacía de las costillas del lado derecho. Con ojos de dolor miraba al carnero sin poder enunciar ni nombre ni lamento. La lágrimas turban lo que ve y trata de incorporarse otra vez,…pone una rodilla en tierra,…
Y como la primera, con la misma saña, el carnero embiste sobre el costado derecho que hace que el dolor nuevo quede al respirar colapsado, y apenas puede tragar, y debe abrir la caja torácica porque el aire es preciso, y el cuerpo se debate entre el dolor extenso y el miedo intenso. Y lucha mentalmente por si conviniera levantarse. Y observa de nuevo a su carnero con la mirada esperante. Y mueve ligeramente una pierna como para hincar la rodilla. Y el carnero compone la figura para un ataque inmediato. Y entonces piensa la vieja.
Deduce que si trata de incorporarse, será de nuevo atacada con mayor inquina, con estudiado rencor. Entonces –también gracias al dolor, se queda inmóvil, de bruces con la hierba, llorando en silencio y constatando que el carnero sigue allí esperando.
Así transcurrió hora y media hasta que su marido regresó de las faenas de campo y la vio tendida junto al carnero, que había perdido su condición amenazante. Y así salvó la vida.
Hace escasos meses, un campesino de mi pueblo, tuvo una muerte atroz, causada por el carnero que había criado desde pequeño. No hubo quizá aguante frente al celo mortal de un carnero en celo y acabó el caso con una hemorragia interna provocada por las costillas rotas que, como cuchillos, atravesaban los pulmones cada vez que intentaba incorporarse.
Lo que me apetece transmitir por si alguna vez os encontráis en situación o conocéis situación que pueda encontrarse pareja,
Goyo
13-dic-12