Con los últimos días del año, las encinas dejan caer también sus últimas bellotas; herramientas cobrizas que intentan poblar de nuevo los campos con carrascas que algún día podrán convertirse en encinas centenarias, si es que antes algún animal no la ha aprovechado.
Pues les decía que llevo desde 1992 intentando remozar con nuevas encinitas los yermos que tan bien fabricó nuestra no lejana historia agrícola. Aquella historia no tenía mejor proyección de futuro que descuajar (arrancar de cuajo) montes y dehesas aunque sus tierras no sirviesen gran cosa para la producción de cereales. O sea, que antes de la locura de los montes tropicales y amazónicos, nosotros experimentamos bien a gusto la limpieza arbórea, quedando muchos de nuestros campos para que las ardillas pudiesen viajar en avión si querían atravesar la península desde Évora a Gerona, por ejemplo.
La costumbre que usted puede asumir es muy simple, barata y larga de fiar: se trata de coger alguna que otra bellota, de esas que pronto ya no habrá, esconderla en algún hueco del campo y esperar taimadamente a que crezca. Aunque nunca pueda gozar de su sombra. Aunque nunca más el destino le permita volver a visitarla.
O bien, sembrarla junto con su hijita -o junto con su nieto- en una maceta, esperar a que germine, cuidarla durante un año, y volver a repetir la fiesta de la replantación en la próximas Navidades desprendiendo la planta de la maceta con mucho cuidado y pasarla a tierra. Incluso regalarla.
Otra cosa también emotiva y efectiva: regale como felicitación navideña una bellota a su jefe, a su empleado, a su vecino del cuarto, al vendedor de la Once, al Policía, a la Alcaldesa,… que seguro que lo toma en consideración y proporciona lo que será un hermoso marco de encina dentro de veinte años. Mejor aún: tenga el atrevimiento de enviar en esta fechas tan tiernas dos o tres bellotas a ese familiar que tiene en Móstoles, en Vitoria o en Castellón, cuéntele la historia feliz de que existen culturas en las que se reconoce a los viejos poderosos porque siembran árboles de los que quizá nunca se aprovechen de sus frutos.
Esa es la duda: ¿ saldrás a sembrar una bellota ?
Una banderita para l@s animos@s.