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Me parece indudable la necesidad humana de la trascendencia, por eso nacen y se alimentan las religiones. Algunas veces al día me acucia la necesidad de comunicarme con “eso”; casualmente, “eso” me responde de vez en cuando y de variada manera. Esto es para mí como una oración con respuesta.

 

Por otras partes, y según otras personas, los dioses siguen muy ocupados y no responden. En ocasiones, cuando las sacerdotisas o los chamanes dicen que la deidad dice, ésta lo suele hacer tronante, con la catástrofe por mensaje o dotando a sus seguidores de altísima incomprensión. De ahí la fe.

 

Reflexionando, estoy seguro que si la Red sigue asegurando la trascendencia, las religiones tendrán poca faena.

 

Ergo, no debiera extrañarnos que aparezcan y crezcan los intentos de considerar a Santa Internet: diabólica, perniciosa y aspirante a la pira.

 

Goyo

03-oct-08

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