Una fiesta para quince pueblos.

 

 

A la Mancomunidad Tajo-Salor.

A sus dirigentes, trabajadores y vecindario.

Yo soy mancomunista porque creo que nacer en un pueblo y sobrevivir a la infancia de los pasados años 50, deja señal imborrable, ingobernable y sensible.

Durante los años ochenta, cuando ir a trabajar a Europa era un lujo de gente escasa, yo viví el ajetreo ilusionante de aquella Bruselas que nos recibió con los brazos abiertos, las autopistas iluminadas por la noche, los trenes rápidos y puntuales, los aeropuertos con aviones y los viajes combinados Bruselas-Estrasburgo-Luxemburgo (una cosa así como Casar-Arroyo-Malpartida, pero a lo bestia). No obstante a nosotros nos seguía gustando el pueblo y, en un despiste antropológico, regresamos al territorio de la infancia.

Antes del regreso, algunos lugareños belgas y alemanes supieron algo más de este secarral que subsiste en los márgenes del río más grande de la península y, a lo poco que se movieron por sus alrededores, resumieron y me dieron el consejo que también pudiera servir a nuestros días y a nuestras gentes: “No dejéis que esto desaparezca, no cometáis el error que nosotros cometimos.”

Parece que desde aquellos entonces supimos resistir a la tumultuosa marcha hacia la sociedad prometida: un territorio donde solo existan las ciudades construidas gracias a la extinción diseñada de las aldeas de cazurros y paletos.

Muy en contra de la tendencia inaugurada en tierras castellanas del norte, durante la última década del pasado siglo y la primera del presente, los pueblos grandes y los pequeños pueblos de esta comarca vieron cumplidos sus esenciales servicios de infraestructura y sus elementales salvaguardias sociales, en ese orden. Desde hace como un año, una suma desgarrada y forastera de abandonos de gestión -y de gestión del abandono- se desliza por el conjunto de los pueblos de nuestra Mancomunidad.

Se borran las urgencias quizá por así será fácil eliminar las importancias. Esto es como si dejamos la bola de nieve en mitad de la ladera, nos subimos a la cumbre para otear y abandonamos a los paisanos en el valle. Supongo que esta técnica gubernativa podrá denominarse “herencia gravitacional”.

La esencia que incita al desprestigio y a la desaparición de las mancomunidades en nuestro país, parece proceder del mostrenco y no demostrado vicio de que “…es que se duplican servicios y por doble se gastan los dineros las administraciones.”

Hagamos entonces una relación exquisita de aquellos servicios que por duplicado recibe el paisanaje, publiquémosla para que la gente sepa, y apliquemos después las podas a los repetidos o abusivos. Incluso las sanciones a donantes y donados.

Vayamos entonces a preguntar por casos sencillitos y aparentemente inocentes. ¿Quién se va a ocupar ahora de cortar las uñas de las manos y de los pies a los ancianos?, ¿quién se dedicará a detectar, corregir y proponer alternativas a la juventud que cae en las drogas?, ¿de dónde procederán los servicios técnicos urbanísticos para que nuestras fachadas y formas arquitectónicas sigan demostrando cultura?, ¿quién va a proteger a los trabajadores del Centro Especial de Empleo, a los agentes socializantes, a la vida asociativa,…?, ¿cómo atender a las tareas inacabadas del territorio de la igualdad, de la protección al menor y del amparo a los menos capaces?, ¿cómo se arreglarán los caminos para que los sufridos ganaderos transiten a la manera que hasta hace nada hacían?, ¿qué inquietudes culturales, artísticas, de ocio cuidado,… se van a promocionar a partir de ahora para garantizar y poner en poso la cohesión ciudadana de nuestros quince municipios?… ¿Han comprobado ya cómo se puede hacer más con menos?

 

Ah sí!, -podremos responder- ahora mismo está organizándose una fiesta que consume diferencias y muestra a través de la gastronomía de un pez –que ni es del Tajo, ni es del Salor- lo que parece símbolo de unión. Bendita sea la tenca aunque viniese de China, que de allí vienen ahora las más de las cosas; bendita sea porque nos sirve al menos para acordarnos de alguna de las pocas personas que siguen creyendo en esta tierra sin necesidad de tener antes una Tenca de Oro, bendita sea por si su agradable ingesta sirve para contaminarnos de nuevos futuros a la vez que celebramos los éxitos de cosechas pasadas; porque la fiesta de este año 2012… ¿qué pasado gozoso y reciente va a celebrar?

Ustedes deben saber más. Deben saber rebelarse ante las fuerzas negras que incluso emanan de los mismos partidos políticos y deben utilizar esta Fiesta del la Tenca como altavoz reivindicativo, declarativo y programático de lo que merecemos los paisanos de estos quince pueblos una vez comenzado el mes de septiembre: cuáles van a ser los añadidos, qué sumas nuevas se incorporan y cómo obtenerlas, dónde colocar las mejorías, dónde detectar y eliminar abusos si los hubiere,… porque si no es así, esa foto que a la ocasión se hacen alcaldes y gente gorda en el escenario, va a quedar un poquito verbenera, empantanada y tristona. ¿No les parece?

 

 

Goyo

21 de agosto de 2012.

 

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