Una cosa impuesta

 

Turquestán

 

 

En el convencimiento estoy de que vivir en cualquier tipo de sociedad diseñada o impuesta por los humanos, requiere el ejercicio obligado de participar en el sostén de los gastos comunes, de las necesidades comunes; este soporte compartido se hace más evidente cuando dejamos de hacer caso al trueque y nos confiamos para cambiar servicios y trabajos por dinero.

En los periodos primigenios, escaquearse de la responsabilidad de compartir esfuerzos y sabidurías para hacer el puente, para segar la hierba o para cazar el jabalí, era tan mal visto como lo es hoy cuando uno se pierde a la hora de compartir trabajos caseros. En los trabajos del hogar, pese al vicio de la “especialización”, existe un control inmediato y evidente que sanciona el nivel de solidaridad; pero cuando las responsabilidades sociales pueden sufragarse a cambio de monedas, no siempre el control es inmediato ni evidente. Ahí tenemos el caso de ese famoso padre catalán que ha estado décadas oscureciendo las aportaciones que las leyes obligaban a tributar; muchas de ellas aprobadas por él mismo sacando pecho.

Huir de la competencia ciudadana de participar en el mantenimiento de los servicios comunes -que nosotros mismos calificamos de necesarios y públicos- es ejercicio que de forma ladina y rastrera se extiende. Hay hasta políticos de afirman que bajar los impuestos es bueno. Hay expertos asesores que tuercen su sabiduría para evadir humanismo y hay un cierto consentimiento social hacia las personas o las familias que públicamente incitan a no pagar impuestos.

En los otros extremos, en este país, está el hecho de unas diez muertes diarias por un tipo de hepatitis que puede curarse con cierto medicamento; pero que nuestra Seguridad Social no alcanza. Leo también en la prensa que colegios extremeños piden a sus pupilos llevar papel higiénico, debo entender que no es para escribir. Becas, transportes, vendajes, pinturas, jabones, cerraduras,… todo se achica con certeza.

Y debemos creer que haya personas que están en el convencimiento pleno de que todas las penurias utilizadas para vivir por debajo de nuestras posibilidades tienen remedio recortando también impuestos. Seguro que son personajes fuertemente adinerados. Me queda la duda si hay algún pobrecito entre los convencidos.

23-sep-14

Primer día de otoño

Dimite Gallardón.

 

Ah de los impuestos ! ( Ah!… ¿de los impuestos?)

Portazgo

En la foto, Portazgo de Aguilar de Campoo.

Portazgo era el impuesto que las ciudades notables y comerciales exigían a los forasteros que iban a vender sus productos a los diferentes mercados. Para mantener al clero, la décima parte de las cosechas debían entregarse a la iglesia, ese gravamen se llamaba diezmo. Alcabalas, tercias reales, primicias, excusados, sisas, millones, … y otros términos en desuso, eran los diversos nombres de impuestos que se aplicaban a las clases modestas para que la Corona, la Nobleza y el Clero ejecutasen sus poderes.Yantar y martiniega eran los utilizados para soporar los gastos locales y el funcionamiento concejil.

Llega la Revolución Francesa de hace doscientos años y todos estos impuestos indirectos desaparecen. El cambio más notable es que los nobles son obligados a pagar por primera vez a la Hacienda Pública; pero las clases menos acomodadas siguieron viendo el sistema fiscal injusto; pues a su criterio los poderosos pagaban poco de lo mucho que tenían, y los asalariados y pecheros seguían pagando mucho de lo poco que acumulaban. En la Iglesia no se establecen grandes cambios, salvo el decoro de la encíclica de la Doctrina Social, que nace justo cincuenta años después de las ideas de aquel barbudo Carlos Marx.

Ahora, lo moderno es pensar que la protección sanitaria, el cuidado de las personas dependientes o los servicios englobados en la oferta educativa parecen más atractivos que conservar a los duques o a los obispos y vicarios. Pensamos también que el alumbrado público, el agua potable tratada y servida a presión a domicilio, los accesos a pueblos y ciudades, las refrescantes piscinas en verano, las instalaciones deportivas, … requieren una ingente suma de dinero público -proveniente del público- destinado a mantener instalaciones y pagar salarios a los responsables que las gestionan y a los trabajadores que las mantienen.

Esta moderna idea de disfrutar socialmente lo que soportan los impuestos, está honestamente arraigada en los ciudadanos de los países de Europa central, la duda que tengo se solventaría si alguien me apuntase cuál es la pócima preventiva que nos impide el contagio.

Goyo
12-12-11

La gran evasión

Capone

La foto muestra la celda que disfrutó Al Capone,por evadir impuestos, en la prisión del estado de Philadelphia.

Nuestra cultura monoteísta y el tripartito descompuesto (Cristianismo, Judaísmo, Islamismo) no nos han servido para dulcificar el poder racional de los impuestos; interesa y tiene más seguidores la burla y el escaqueo que la disposición abierta a participar proporcionalmente en las cuentas públicas. Yo para esto soy muy político, me creo a pie juntillas que mis retenciones y mis tasas se destinan con acierto a fines sociales dignos; pero sigo creyendo que si aportáramos más en «proporciones sostenibles» esta sociedad se colocaría más cerca de la Justicia. No quiero dedicar tiempo a buscar y mostrar qué piensa la filosofía hinduísta sobre la evasión fiscal: parece apreciarse que la gente ibérica carece de debilidades teológicas orientales; ni siquiera se muestra débil en la tradición que cerraba a España mientras el caballo pisaba -eso sí, santamente- cabezas musulmanas. O sea, que tampoco occidentales.

Afincados en la cultura de la cristiandad europea, hay que hacer notar que la noción moral que tiene un protestante sobre la hacienda pública y la que tiene un católico-romano son concepciones extrañamente distantes: por ejemplo, los calvinistas contemplan la evasión de impuestos como un pecado gravísimo, mientras que la cultura ética del catolicismo no dedica grandes esfuerzos a labrar este terreno,…publicitan y se conforman con una cruz.

Ahora que parece haber crisis incluso de dineros comunes, convendría -no sé si cocinar o recrudecer- eso de los secretos, los datos y las informaciones de dónde están los capitales y de cómo se mandoblan para hacer caer el precio de los plátanos o acelerar el comercio del coltan. Incluso una cena en un avión privado puede ser la raíz de un desplome bursátil de dos grandes bancos de Signapur, por decir algo aparentemente alejado.

Los casos ya son muchos; Alemania (de cultura luterana) parece inclinarse por recopilar datos de capitales que caen en Suiza, en países de América Central, la evasión es el deporte de los adinerados y famosos,… incluso en los hábiles talentos constructivos.

Existe una «Red de Justicia Fiscal» que trata de poner en claro las ventajas económica y sociales que conlleva el uso de los impuestos en las sociedades modernas; y de cómo los bendecidos paraísos fiscales maldicen infiernos de hambruna y enfermedad.

He oído decir que está escrito, que aquí, en nuestra España uno de cada cuatro euros está fuera del control estricto de la Hacienda Pública y que con el alcance de la economía sumergida podría sacarse a flote
ambiciosas atenciones sociales,… pero nos va más confesar en privado. Total, con pocas avemarías consigues que te salga «a devolver».

Goyo
10-feb-10