Hablemos de los rojos.

ChichenItza

Una noticia encendida en rojo provoca de nuevo la fragilidad de nuestras creencias y de nuestras convicciones: una estatua de la figura de Hernán Cortés, la que se halla en Medellín (Badajoz), ha sido avergonzada con pintura roja; eso al menos proclaman los autores anónimos -al parecer mexicanos- explicando el acto como repulsa a la ofensa que para su memoria, su historia y su cultura provoca el monumento.

Otros anónimos también se han lanzado al ruedo de los comentarios, sin necesidad de folletos, sino ejerciendo el cada vez más asqueado ejercicio de libertad de opinión a través de la expresión de opiniones que algunos medios permiten «on line«; sea el caso del Mundo, sea el caso del periódico Extremadura, sean las diferentes visiones que se percibirán allá del charco. Personalmente, estimo que el título «Hernán Cortés bañado en sangre» me parece imperfecto y azuzador. La riqueza humana -y la pobreza- expresada a través de estas opiniones merecen una atención delicada y respetuosa. Yo sigo teniendo mis serias dudas del pasado del presente y del futuro.

Es la guerra, es la opción distante y distinta a lo pacífico. En mi pueblo hay una figura venerada que, subida a un caballo, ostenta una espada en la mano. A la vez, el caballo participa en el mensaje y pisa queriendo la cabeza de un moro. Yo entiendo el sentimiento del marroquí. Es la guerra. La paz, no está entonces en manos de los santos.

A mí no me gustaría que una estatua dispusiese al señor Busch, disfrazado de militar, mostrando bajo su bota la cabeza de un afgano; creo que habrá españoles a los que no le importaría la figura, incluso que al lado del presidente coloquen a otro amigo. Me asustan las medallas militares, siempre me recuerdan a la muerte.

También se puede uno entretener a releer el post de Ignacio Escolar (Santiago, tú si puedes) y sus comentarios, para aprender lo pobrecitos que somos en la paz, en las creencias y en las aspiraciones.

Yo, que hice la mili, adquirí el preconcepto de que muchas medallas militares -como muchos pedestales de muchas estatuas- exigen a veces muertes, violaciones y desprecio para las creencias íntimas del derrotado.

Yo, por si acaso, hasta pido perdón por mis opiniones.

Goyo
12-ago-10