Arroyos y tormentas

Una riada histórica sufrió la ciudad de Badajoz en 1997, más de veinte personas murieron o desaparecieron con las aguas locas de los arroyos Rivilla y Calamón. El violento fenómeno inundó casas y arrastró seres y enseres con violencia jamás conocida. Era de noche y jugaba el Real Madrid lo que supuso que aquella ciclogénesis atlántica no cumpliese con toda su maldad. La zona más afectada fue la barriada de Cerro de Reyes, y no es que la riada escalase contra gravedad y ascendiese a los cerros, es que toma la barriada su nombre del cerro que separa ambos arroyos. No existen datos más trágicos, ocasionados por anomalías naturales, para nuestra región. Lo que dudo es si habremos aprendido.

Recientemente, el pueblo toledano de Cebolla ha conocido los efectos de una lluvia torrencial que arrastró coches y llenó de lodos muchas de las casas que se han construido a lo largo del arroyo Sangüesa. Afortunadamente no hubo víctimas, que llamamos víctimas a los que fallecen. Como sucede en muchas partes del mundo, los arroyos siempre llevan la escritura bajo el brazo

Las ordenanzas urbanísticas debieran contemplar los riesgos que la estudiada experiencia nos recuerda incesantemente: se inundan las partes más bajas, las que están en la influencia del cauce de policía según nuestra Ley de Aguas, que seguramente es la ley mejor incumplida de todas. No existe Ayuntamiento en este país que no contenga nítidos ejemplos urbanísticos de desprecio a la seguridad contra las riadas e inundaciones; todo se explica por la potente falacia de la mala libertad de construir allí donde pueden nuestros santos poderes.

Dado un arroyo, está prohibido construir perreras, gallineros, casetas de aperos,… a menos de cinco metros del nivel máximo conocido de su avenida, de la mayor crecida de su historia; pero en nuestras arrogancias y debilidades en la vigilancia, somos hasta capaces de construir casas, habitarlas y creer que nunca el arroyo nos va a recordar su propiedad y uso.

La nueva Ley del Suelo para Extremadura, según declaraciones de gente conocedora, parece rebajar limitaciones constructivas para facilitar asentamientos industriales en suelo rústico, incluso para abrir la puerta a nuevas construcciones destinadas a segundas residencias. Mientras llegue, mi duda es si se van a dejar tal cual los abusos constructivos de los cauces.

 

Goyo, lo escribí el 24 de septiembre.

10-oct-18

Los niños de Badajoz

Cigueñaycharca

Aquellas risas sordas provenían del juguete tonto que acabábamos de descubrir los dos que nos sentábamos en el pupitre: cuando al tiritar de frío, hacíamos vibrar las piernas para que viniese algo de calor, las rodillas daban en el pupitre y algunas gotitas de tinta amenazaban salir del tintero casi lleno. El desafío era -sin necesidad de acuerdo previo- hacer saltar una gota gigante que abandonase el refugio; pero no muy gigante no fuese a vernos el maestro. La torpe conciencia nos hizo ignorar que, aunque ocultásemos las risas, los golpecitos rítmicos y redoblados sobre aquel pupitre dieron la señal de alarma. Justo a la llegada del vigilante maestro, un goterón azul oscuro surgió, saltó y se asentó sobre el inclinado tablero del pupitre. Lo esférico primero se circuló y después provocó una especie de lengua que comenzó a resbalar; en ese momento, tuve la intención de frenar el minúsculo alud con la manga de aquel jersey verde claro; pero el anticipo sabio de Don Juan cayó en forma de capón preciso y atemperado a la vez que nos aclaró: «Déjala!…, si tratas de limpiarla, ensucias todo el pupitre. Déjala ahí secarse y así os servirá de aviso y recuerdo de lo que no se debe hacer con las cosas de la Escuela«.

La madera embebió la tinta a cambio de dejar marca indeleble (indeleble fue la palabra que también nos enseñó) y aquella lengüita azulada significó el mensaje permanente, reiterativo, cotidiano, tozudo, eterno,… de que hay que dejar los tinteros en reposo: lección aprendida.

Leo con cariño que más de doscientos escolares de la ciudad de Badajoz se han empleado para limpiar la margen derecha del Guadiana. (La margen, el margen). Habrán percibido cómo de guarrotes somos y con la riqueza y variedad que decoramos los espacios públicos, los entornos comunes. No es comparable la experiencia a la del tintero; quedará el recorte de prensa, la foto después del trabajo generoso, el recuerdo de lo limpio,… pero quizá no sepan reponerse cuando contemplen otro día las mismas orillas del Guadiana revueltas de restos sin decoro. No importa, los niños y Adenex deben seguir dando lecciones con capones cariñosos.

Lo peor dicen que queda al frente: la orilla izquierda es la de la taberna abierta, la del bar libre, lo zona utilizada por su generación inmediata superior para el fomento del «suelo plastificado». Lo mismo les llega algún hilillo de responsabilidad en forma de capón ejemplarizante.

Goyo
21-oct-09

Una banderita para los niños, y para las maestras, y los maestros, y Adenex.
Bande