Los niños de las madres presas

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Nos dicen ahora que hay documentos y personas que dicen que hay documentados como unos doce mil casos de niños, de niñas, que fueron separados de sus padres por las autoridades del régimen franquista y que en muchos de los casos, jamás pudieron volverse a ver. Lo primero que se me ocurre es que este episodio protagonizado por humanos, requiere la creación “ad hoc” de una palabra señera que lo identifique.

Por lo poco que conozco de las Leyes, me atrevo a definirlo como un secuestro sin chantaje; pues a cambio de la retención obligada de ese infante nada más cumplidos los tres años, a las madres y a los padres no se les exigió nada en permuta sino la resistencia de seguir viviendo con la yaga silente, envuelta en vergüenzas fabricadas y bajo el infecto sermón de que los inocentes crecerían en el seno de familias españolas, cristianas y patrias.

Para mí, que por mi edad pudiera haber pertenecido a tan numeroso grupo, esta noticia me levanta recuerdos que me vuelven a “re-pugnar”, en el sentido limpio de “volver a la lucha”, no en el sentido de resistir el asco.

 

***

 

A ver,… perdón, a oir,…Así como estamos seguros que la Audiencia Nacional no oye ya a ninguno de los enterrados; tenemos que confiar que tampoco oye a ninguno de los enterradores -si es que quedan enterradores de aquellos- . Asentada la confianza, no por ello me pidan declararme partidario del “olvido histórico”; porque, además, he descubierto que necesito clases particulares de “saberes ocultos de mediados de siglo”.

Resulta curioso cómo se despiertan y se duermen los intereses por conocer lo tapado; algunas niñas, algunos niños, de aquellas mil docenas infantiles hubo de conocerse en sufrimiento y gloria, quizá como para que su párvula imagen decorase un trocito de pared congresual; pero no, quizá merezca mejor ser llorado por los simplones pringaos que reverenciado por los próceres.

Parece que está bien estudiado el periodo de los años treinta y su trienio negro, y así cada vez se presentan más oscuros y tenebrosos los veinte primeros años de la bendición católica sobre la matria española. Habiendo nacido en el ecuador del siglo y del clímax dictatorial, me merezco un trocito de duda: no sé si hacen bien las mujeres que siguen calladas.

 

Aquello también tuvo algo de maltrato, ¿no?

 

Una semana después del 25 de noviembre.

Goyo

02-dic-08 

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