Estos son mis vicios



Hay hábito de hacer mal ciertas cosas y hábito de hacer las cosas malamente; de lo segundo me considero ignorante, de lo primero me confieso autor frecuente. Sentencio así el vicio primigenio que sostiene a otros muchos de los que sólo me está dado publicitar cuatro.

Vicio número dos.- Cuando los libros y sus seguidores me enseñaron (y yo aprendí) que es connatural al ser humano vivir en sociedad, adquirí el hábito de contemplar mi relación con los demás de manera y forma que suelo decir y hacer desprendiéndome de mis deseos propios por satisfacer los ajenos y así sentirme usador de lo social (abusador socialista según otros). O sea, que caigo en el error de ser un imbécil a los ojos de muchos egoístas.

Tercer vicio.- Con solo dos días de vida (mi madre me lo ha contado muchas veces) comencé una larguísima serie de graves enfermedades, todas ellas amenazantes de aquellos entierros infantiles de los años cincuenta (dindes); las superé a los cinco años de tal manera, que mi única enfermedad desde entonces es padecer una angustiosa hipocondría, agravada por las consultas malignas a las páginas de la red. O sea, que soy un cagazas.

Cuarto vicio.- Acostumbrado que me tiene el poderío femenino a la dieta de pocas roscas, me envilezco en sueños oníricos y en solicitar pase VIP al cielo de las huríes del profeta; pero que me dejen ahora disfrutar de lo agnóstico. Vamos, que soy un hipócrita sexual porque otras veces sueño con las walkirias.

Quinto vicio.- Más que entregado en exceso a los placeres, me apetecería llevar lo que Diógenes denominó vida cínica (“cínico” significaba originariamente perruno, en el sentido de vivir como los perros) vida errante, libre y dependiente de la bondad de los hombres. Pero en habiendo hombres de tantos vicios y tan repartidos, opté por no usar el tonel y adaptarme a las lámparas de neón. Soy un pobre aprendiz de cínico.

Goyo
31-ene-06

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