Asfalto (4) – Terruño(3)

En nuestra España rural, en los más de ocho mil pueblos, observamos la tendencia declarada a que las jóvenes parejas tengan como aspiración vivir en una ciudad a la vez que intentan no despegarse de las esencias de los municipios de su procedencia. Paradójicamente, incluso se cultiva en las aspiraciones más valiosas de los jóvenes el ánimo de la visita, la vivencia y convivencia con gentes y cosas de pequeños pueblos.

Eso sí, lo último solo ocurre durante el tiempo del ocio “sociocultural”: los fines de semana mola encontrarse perdidos con el paisanaje, Incluso para adultos y no adultos nacidos y criados en las ciudades: lo pueblerino vende fácil el fin de semana.


Esta tendencia de apartarse del ámbito de trabajo y “huir” al campo durante el tiempo del ocio, incita a las personas a sentirse necesitadas de “una segunda opción de vivienda”; sobre todo a las personas que siguen guardando lazos familiares y una cierta posibilidad de remozar la casa de sus antepasados.


Una segunda vivienda parece imponerse como equilibrio mental, necesidad social y aspiración de muchos ciudadanos. Para aquellos ciudadanos de pueblo que desean invertir sus ahorros en una vivienda en la ciudad y para aquellos ciudadanos de la ciudad que desean invertir sus ahorros en una vivienda en el pueblo. Esta segunda tendencia se ve en buena parte frustrada porque, en la mayoría de las ocasiones, el ahorro capitalino se ha dirigido hacia el apartamento en la costa y no se han esforzado los poderes públicos por promocionar la recuperación de las viviendas de los pequeños pueblos. Hasta ahora, las modernas administraciones no han sabido, o no han podido, hacer frente a estas nuevas presiones y requerimientos.


Para colmatar la “necesidad” de la segunda vivienda, en algunos casos, se ha conseguido tras un desafío descarado a las normas urbanísticas, a las leyes de ordenación del territorio y a los principios elementales de salubridad y medio ambiente: numerosos episodios de construcciones ilegales de segundas residencias abundan sobre todo en los alrededores de las grandes ciudades.


No existe Ayuntamiento ajeno a esta problemática y, aunque son muchos los argumentos que pueden presentarse para demostrar que una construcción ilegal altera a la larga la carga impositiva del resto de los vecinos para favorecer al único que ha transgredido la norma: La generalidad del vecindario sigue creyendo que en su tierra, en su finca, en su cerca, “cada uno puede hacer lo que quiera”. Así, las consecuencias urbanísticas, medioambientales, de ordenación del territorio y de salubridad del ejercicio público empujan el actual sistema de control, al desprecio, cuando no al ridículo y a la mofa de las autoridades municipales.


Si sigue siendo considerado como valor el regresar en el tiempo del ocio a los orígenes del pueblo; tratemos de regular ayudas para recuperar y rehabilitar viviendas en los pueblos, incluso a favor de habitantes que ya tienen –incluso su VPO- en la ciudad donde trabajan. ¿Por qué no potenciar el derecho a una segunda vivienda , en algo subvencionada, si así se protege la pervivencia de las casas, de las calles y de los pueblos? ¿ No incitaría esta opción a una revitalización inmediata de los pequeños núcleos rurales? ¿ No pueden diseñarse medidas de ayuda en función inversamente proporcional al número de habitantes del municipio? ¿ No cabe imaginar que es muy posible que en un futuro cercano habrá mucha gente viviendo del negocio del ocio rural? ¿ Es demasiado atrevido pensar que estamos entrando en una sociedad con ritmo ¾, o 4/3, me es lo mismo ?


La idea crucial sería lanzar un globo de opinión de que tal gobierno regional estudia la posibilidad de fomentar la revitalización de los pequeños núcleos rurales a través de ayudas a los ciudadanos que deseen invertir en rehabilitación de viviendas ya de propiedad de sus familias, ya de adquisición propia.


El mercado de la construcción vuelve a aumentar sin sospechas de burbujas artificiales, los precios de la vivienda en las ciudades bajarían y los pueblos verían luz de futuro.

Oye, esto desde la blogosfera, ¿cómo se ve?.


Goyo
05-feb-06

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