Una duda sobre el trabajo, una duda sobre el empleo.

 

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Me atraía esta semana la cosa de los once varones populares destinados a componer la Diputación Provincial de Cáceres; pero una vez repensado el tema, no me presentaba ninguna duda para este papel. Todo está claro. Todos son varones.

 

Así, viajé hasta la copla de Martín Fierro, que es el zumo amargo de la sabiduría obrera de estos últimos siglos de humanismo deshilachado; la otra parte del viaje se cifra en confirmar la incomprensible magia que transforma las penurias de los trabajadores en néctar patronal.

 

Algunos de nuestros pensadores que ahora perciben el fin del bipartidismo en nuestro país, no los veo arrimarse a un nuevo ensayo que destruyese el manido binomio patrón-obrero; ni las cooperativas, ni los mal llamados “autónomos”, ni los animados emprendedores, ni los abandonados ni-ni,… son capaces de suavizar la tensión contractual. Cada día que avanza, asentado en cada párrafo de la Reforma Laboral, nos acerca más a la simpleza del argumentario al uso: como un trabajador con derechos es un ser privilegiado y estamos todos en contra de los privilegios, fuera derechos. No obstante, todos, siguen considerando “el empleo” el problema social más importante.

 

Si buscamos ayuda en la red, bajo el texto “Nuevos sistemas para encontrar empleo” aparecen 90 millones de referencias; si tecleamos “Nuevos sistemas para ofrecer empleo”, se muestran 22 millones. Parece que hay como cinco veces más demanda que oferta en la red. Quizá eso explique que haya un 40% más de ricos desde el inicio de la crisis.

 

Ante la duda tenebrosa del futuro laboral, nos han colado con notorio éxito la idea de que es en el Ayuntamiento donde más cerca, mejor y más pronto deben facilitar el puesto de trabajo que la persona necesita. Ahora mal, si usted rebusca en nuestra actual legislación sobre Haciendas Locales, en ningún caso encontrará que un Ayuntamiento tenga como deber inexcusable ocuparse del empleo; debe asegurar comunicaciones entre los núcleos urbanos, facilitar agua potable y alumbrado público, alcantarillado, cementerio,… pero en ninguno de los casos se apunta que sea su competencia facilitar un trabajo.

 

La Revolución rusa de hace 98 años, desembocó en que era el Estado dueño de los medios de producción; en tal caso, entonces sí podría exigirse el empleo como servicio municipal; pero ¿eso no es un soviet?

 

Goyo

23-jun-15 Solsticio de verano y cuarto creciente.

 

 

Una de arbolitos.

 

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Así -o mucho peor- quedarán los árbolitos recién plantados en la calle peatonal San Pedro de Alcántara. Cáceres.

Las señoras ingenieras y los señores arquitectos están obligados a contemplar ciertas condiciones de edificabilidad de lo que se vaya a construir previendo el riesgo de movimientos sísmicos de la zona. Dicen los estudiosos que Cáceres está ubicada en una zona tranquilita. Aún sospechando que el terremoto está lejos, se tiene como hábito técnico el diseñar actuaciones constructivas siendo previsores ante esta posibilidad y cautos en otros muchos aspectos conocidos.

 

Las señoras y señores técnicos superiores no tienen la obligación de recordar a constructores y propietarios que los árboles tienen raíces que buscan con avidez zonas de oscura humedad, y se incrustan, y taladran, y perforan con delicia y paciencia argamasas y hormigones que nos parecen inescrutables. Después, la experiencia nos muestra cómo las raíces han colapsado redes de evacuación, debilitado cimientos, solapado suelos y torcido aceras.

 

Tampoco parece que tengan por hábito proyectar que el agujerito que se deja para que el tronco engorde a su natural demanda, sea debidamente concebido y no resulte ser en el futuro un cincho asfixiante.

 

O por falta de suelo para el desarrollo radicular, o por daños no contemplados, o por limitaciones impuestas por el duro hormigón, los árboles de la ciudad suele tener el desarrollo limitado a la torpeza humana. Así que contemplado luego el deterioro que producen en su continuo crecer, nada parece más certero que rebanarle el tronco al criminal: cortado el árbol, creció la acera.

 

Hace pocas fechas “Cáceres Verde” se manifestaba contra la diseñada desaparición de árboles en una de las calles céntricas. Se dice que serán sustituidos. Repetimos viejos errores.

 

Hemos visto rematada la obra que ha convertido la calle de San Pedro de Alcántara en vía peatonal; decorada con arbolitos, ahora tiernos, que asoman su tallo larguirucho por un alcorque de ridículas dimensiones. Algún responsable habrá previsto que en pocos años los árboles emitirán el mensaje claro de que le están apretando el cuello y no debiera de nuevo articularse la desmaña de que hay que licenciarlos para sustituirlos por otros nuevos.

 

En estas fechas repletas de pactos, dudo yo si los verdes y los grises se sentarán alrededor de un árbol viejo para ungir las calles con aromas de magnolios.

 

Goyo

10-jun-15