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Ya escribí hace tiempo que siendo bien verdad que un complejo de ideas puede hacerse más digestivo sometiéndolo a un power-point, no me explicaba cómo aún en los sacros parlamentos se sigue utilizando tan sólo la voz y la tribuna. Sabemos que además, la cosa parlamentaria se facilita con un micro y con un vaso de agua; también suele modelarse con aplausos, con patadas, con bullerío … incluso con cositas escatológicas referidas a la madres de los padres de la patria. En fin, las herramientas clásicas, los usos clásicos, los mensajes clásicos.
Los esquemas de acoso parlamentario, de diatriba de escaño, de refriega y varapalo,… y de las pocas veces que el argumento se sirve para humanizar las leyes,… esos esquemas expositivos siguen siendo reiteradamente cansinos y aparecen anodinos por exceso de rutina. Creo que el insustituible interés ciudadano por los asuntos se destruye a gran velocidad es estos últimos años.
Sabiendo que reiterándose en el clasicismo se llega bien pronto al aburrido desprecio, lo mismo en las comisiones que en los plenos, convendría se iniciasen formas nuevas para emitir mensajes con medios novedosos.
Y es que el otro día instalaron tres pizarras digitales en el colegio donde trabajo y he allí -en la foto- a los maestros curiosos indagando entre los miles de puntos sensibles al tacto y descubriendo efectos llamativos a la hora de tratar líneas, textos, colores, figuras o imágenes. Una oferta incansable de posibilidades que dificultan pensar en otra cosa y aprisiona la atención. Incluso incita a experimentar sobre la información y su agilidad.
La facilidad de muestra, de almacenamiento, de formas diversas de expresión, hacen de la pizarra electróncia uno de los útiles pedagógicos más completo e inabarcable de los que conozco.
Así me atrevo a defender que la pizarra electrónica está llamada a ser más efectiva y útil en la transmisión de ideas y conceptos que el ordenador personal. Es hora y oportunidad de aplaudir los esfuerzos de los gobernantes que favorecen la instalación de pizarras digitales en las aulas de las escuelas y de los institutos (y de la Universidad?); pero si ese instrumento parece tan valioso y efectivo, ¿por qué los padres de la patria no lo utilizan en el Senado o en el Congreso para sus tareas propias?
Porque si el aparatito es tan bueno para maestros y escolares, ¿dejará de ser bueno para la grey parlamentaria?. O, si tan excelso es el poder de convicción que facilita la tribuna, ¿no será bueno dotar de estrado a las aulas, además de tarimas esperanzadas?.
Goyo
26-ene-10