Desde que se fue Miret Magdalena, la Sociología de la Religión parece más de botellón que de cáliz, la Teología se alumbra más trentina y la Ética creo que es la palabra que actualmente produce más risa. Un hombre importante como era Don Enrique fue capaz de soportar noventa y cinco años guerrilleando contra la atascada iglesia oficialista. Fue una de las personalidades que mejor supo iluminarse desde la duda, con una argamasa de valentía que la razón ayuda a mantener. Y me viene a la memoria persona y compromiso, por la reciente y grave preocupación que anuncia Antonio María, que además de señor es Monseñor Rouco: dice el prelado que la edad media de los sacerdotes supera los 63 años, que casi la mitad de las parroquias de este país no tiene sacerdote y que la asignatura de Religión está discriminada. Quizá recomponiendo la tríada de afirmaciones obtengamos una afirmación menos discutible: queda muy lejos la Edad Media.
El caso es que contemplando estas declaraciones desde lo que pasa por esta ciudad de Cáceres, se presenta más la duda cuando uno contrasta los incorpóreos renglones que anuncian que un cuartel militar se hace hermano de honor de la virgen, con encendidos comentarios a raíz del trío Cimov, Ciudad y Montaña. Otra tríada que, pese los intentos educados de buena compostura, queda malmanchado cualquiera que asista, que no asista, que otorgue o que calle.
Dice el expositor, que el ejército ha estado siempre muy vinculado a la ciudad de Cáceres , y que también cabe destacar las innumerables veces que ha participado la banda de música militar en actos relacionados con la cofradía de la patrona. Y otras alabanzas difíciles de dejarse copiar y pegar, como el caso que se narra sobre el manto número 103, en terciopelo rojo, con estrellas, regalado años atrás.
En lo que se dijo ser un sencillo acto castrense, no me queda claro si fue también un acto de culto bélico, profano, de dulía, de hiperdulía o de latría. Don Enrique,… ¿por qué se ha ido?
Goyo
30-nov-09