Mientras nos dicen que los científicos se acercan a la partícula de Higss, la otra protociencia nos apunta direcciones netas : «El juez ha recordado al expresidente valenciano que puede mentir dada su condición de acusado«; pero a mi me enseñaron que eso de mentir y aquello de robar eran cosas que un niño nunca debería hacer. Mi padre, bracero de pudiente, bien me lo hizo observar como cosa que fuese observable -en el sentido de ser captada por algunos de los sentidos que condiciona el grado del conocimiento objetivo-. Es decir, que mi padre, me persuadió intelectualmente que mentir y robar eran actos que convertían la fama honesta en chatarra social; no sé dónde encontró la prueba, quizá en mi endeble condición de hijo desobediente.
Lo peor de todo es que tanta obediencia me facilitó una fácil repulsión hacia la mentira y la falacia. A mí me gustaría no sufrir las inclemencias que me despiertan los cinismos estudiados, quizá viviese muy a gusto pensando que el expresidente valenciano -por ejemplo- es una persona honesta; pero las informaciones que me forman me arrojan al abandono de la conmiseración: ese mal ajeno no me incita a ninguna compasión.
Seguro que alguna vez he mentido y alguna vez he robado, así que puedo lanzar la primera chinita; otra cosa será el tamaño del bulo y el tesoro arrebatado.
En estos viajes a los perímetros de la condición humana, hoy he aprendido que un juez puede recordar que un acusado puede mentir; seguro que todas las leyes que nos hemos dado protegen esta condición, quizá con el mismo tesón que certifican que ciertas organizaciones carecen de afán de lucro; pero ya habrán oído otras más altas instancias que las rastreras opiniones de este insignificado comentarista.
Ya no sé si quedarme quietecito, si adentrarme en el laberinto de los muones, o perderme de una vez en el alegre campo de la Justicia.
Goyo
13ymartesdediciembre