Entre monos y murciélagos

 

Murciélago

 

Ya se han apuntado, en repetidas ocasiones, propuestas dirigidas a cuidar las fuentes originales para que no se desborden los acontecimientos; y este consejo es válido para todas las épocas y para todos los imperios. Por ejemplo, si se sostuviese el grueso ambiental de las selvas tropicales, es muy posible que allí mismo se encuentren los principios farmacológicos que curan las enfermedades de la zona y los males de los alrededores; si se mantuviesen en sus témpanos glaciales la diversidad de fauna marina y plancton, las reservas pesqueras podrán seguir asegurando alimentos y negocios honestos.

 

Mas cuando uno mira el mapa del continente africano, ese mapa en el que se dibujan las manchitas donde lleva rebrotando en virus del Ébola desde 1976, uno piensa que todo un continente sigue abandonado a la intemperie fabricada por Europa. Nuestra vieja Europa se repartió la tierra negra; Holanda, Inglaterra, Francia, Alemania y España compusieron otra especie de esclavitud que no exigía traslado de mano de obra a las tierras americanas, sino frutos y riquezas naturales de los países donde la pobreza siguió imperando gracias a las riquezas del poder armado.

 

Todo el intertrópico africano se desbasta, disminuye y debilita de la exuberancia de vida vegetal y animal macroscópica; lo que implica que la variadísima vida microscópica, bacteriana y viral se modifica con la misma intensidad y peor mala leche. Eso es lo que siguen apuntando los estudiosos. Parece que el reservorio natural de las cepas más letales del virus del Ébola se encuentra en murciélagos y monos, y que arrasados los hábitats naturales donde viven, buscan otras especies para subsistir. Así de lógica parece la vida en nuestro planeta, usted podrá concluir.

 

Por eso, otros estudiosos del terreno del humanismo defienden que obtendríamos más beneficios procurando condiciones de vida autosuficiente y no abusiva con las riquezas y culturas africanas; pero usted podrá comprobar el control y el descontrol con estas palabras: movimientos migratorios, diamantes, coltan, compra de tierras, maderas preciosas, safaris,…

 

Es como si el asunto nos hubiese revelado que también nosotros tenemos una tarjeta negra, oscura, y tan torpe que ahora debemos aprender a quitarnos el traje para no envenenarnos.

 

Goyo

15-oct-14

 

 

La patera

 

Perdón.

Esta noche, el cielo negro se ha dejado dibujar una luna como con dos finísimos cuernos; al poco, la oscuridad se ha completado.

Hemos cenado al aire que refresca los treinta y tantos grados de la tarde. La brisa árida al menos también es brisa. La conversación evade; pero más evade el pensamiento.

Perdón.

El ruido del agua domesticada me traslada al agua de la mar inacabable y al ansia de huida africana. Siento que sobre alguna patera nacen los murmullos que mezclan sabiamente recuerdos y anhelos. Los golpes de las olitas dulces empujan al sueño.

Esta noche no descanso en la cama, he decidido dormir a la cómoda intemperie. Dispongo las colchonetas del balancín que también hace de sofá y me arrullo con los imaginados golpecitos de agua que endulzan las sufridas maderas de la barca finita.

Perdón; pero así no tengo miedo. Imagino que el balanceo artificial debe ser parecido al de la fragilidad de la patera. Allí, el diverso grupo humano sacude sus miedos mezclando con cuentos africanos sueños europeos. El mar tiene su brisa hostigante y repleta de sales, y al decir del que piensan que sabe, indica que la barcaza sigue acercándose a la costa.

A ver si estos dioses inundan de suerte a los atrevidos, aunque yo esta noche no pueda conciliar el sueño.

 

Goyo

23-ago-12