Otro paso para Cáceres

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Cáceres amanece en esta época con el vecindario dispuesto a construir otra pieza de sostén y anclaje al cotidiano deseo de hacer pinitos para que su idea o su trabajo siga sumando puntos a fin que dentro de nueve años, toda Europa la tenga como capital cultural. El mérito continúa creciendo y gozando de una pluraridad que ha surgido de forma espontánea; no obstante, no percibo de las autoridades responsables -que son muchas- un pronunciamiento abierto dirigido a que nadie se sienta excluido, a que todos nos considermos imprescindibles además de importantes y a que las voces públicas esmeren sus mensajes de manera que en este campo no surjan las incovenientes trastiendas partidistas. Nos merecemos -y las autoridades aún más- un piropo de ánimo, de vigor, de constancia, de arrojo, de política clásica,… cosas que se cultivan con cierta facilidad aún en tiempos de sequía.

En este ánimo, me entusiasma la noticia que para muchos creo que ha pasado desapercibida y que se refiere a un proyecto de adaptación del antiguo y ruinoso molino de aceite en centro intercultural que sea muestra de convivencia y diálogo de religiones y culturas, aspecto éste que distinguió a Cáceres en el medievo.

Pero el proyecto tiene -como todos los buenos proyectos- su intrahistoria.

Resulta que ha sido galardonado con el segundo premio de la XXIV edición del “Premio Dragados” convocado por la fundación de la constructora y la Escuela Superior de Arquitectura de Sevilla. Me comentaba el premiado que fue allí acompañado por su madre y por su padre, vestidos con trajes para la ocasión, con los ropajes que permite el salario normalito de un trabajador que tiene un hijo que ha acabado su largo y costoso periplo universitario y que le comentaban algunos profesores y muchos de los alumnos que han terminado en este curso la carrera, que realmente era él quien merecía el primer premio una vez que habían conocido algunos detalles que solo sus cálculos y ojos saben escudriñar.

Ya saben ustedes que esto de aceptar decisiones del jurado no es como de nuestra cultura, siempre pensamos lo mismo. Parece que no fallaron tampoco los ojos del jurado y de los grandes personajes arquitectónicos, vestidos para la ocasión como ordenan los pomposos cánones muy posteriores al sencillo y genial Vitrubio: ahora hay que ir vestidos de negro total y riguroso: calcetines negros, camisa negra con botones negros, traje negro, calzoncillos negros, camiseta negra, …

Ya habrán averiguado cómo fue vestida la normalita familia de Rubén.

Pues ánimo, que no se escape esta historia y que se ocupen las autoridades globales de rebuscar los méritos , los dineros y los alcances de este ilusionante complejo ubicado en el centro vital de la historia de la ciudad: la Ribera del Marco.

Goyo

11-dic-07

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