Hace veinticinco años, teóricamente, en nuestro país, por cada mil habitantes existían 391 viviendas.
En el año 1991 había en España, oficialmente, 17.160.677 viviendas y éramos en número de habitantes 38.919.875; o sea que para cada millar de habitantes españoles disponíamos de 441 viviendas españolas, teóricamente.
Diez años más tarde éramos 40.847.371 los habitantes y teníamos 20.823.369 viviendas, así que disponía el personal español de 510 viviendas para cada mil personas; que en la estadística del pollo quiere decir que tenemos parque de sobra para que cada pareja española disponga de una vivienda española.
Otros números más espesos y abundantes vienen como a presentar con tozudez la paradoja de que cuantas más viviendas se construyen en este país, más ciudadanos aparecen con el problema de que no tener una vivienda porque le resulta más escandaloso ser su propietario. Querrá ello decir que habrá otros ciudadanos que tendrán más de una vivienda en su propiedad y que no les ha debido resultar muy complicado adquirirla; porque de esto último no se habla en los medios.
Lo que me falta saber es si, de la misma manera que se hacen esfuerzos para que los ciudadanos necesitados de vivienda la tengan cuanto antes, se hacen esfuerzos para dificultar impositivamente a los ciudadanos que ya tienen una donde vivir. Hubo un tiempo incluso que se fomentaba el esfuerzo por adquirir una segunda vivienda; lo que no veo justificable hoy es que no se grave el hecho de adquirir la quinta, la decimotercera o la septuagésima segunda.
¿Qué impedimento social o racional tiene el gravar impositivamente el hecho ser propietario de más de una vivienda, y hacerlo al modo de lo que aconseja la Justicia Distributiva?
Goyo
15-mayo-2006