He esperado prudentemente el paso de un mes creyendo que una personal y extensa opinión sobre Educación podrÃa ver luz en uno de los diarios extremeños. No ha sido asÃ, por eso reproduzco mis ideas acerca de las declaraciones y pronunciamiento de un Sindicato sobre la Enseñanza y la Educación en Extremadura.
¿Dónde quedó la PedagogÃa?
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La última vez que escribà sobre Educación en un periódico, yo tenÃa dieciocho años menos; era ya licenciado en FilosofÃa y en PedagogÃa, acababa de adquirir la especialidad de Supervisión Educativa y habÃa gozado de dos años de estudios de postgraduado en el Instituto de PsicologÃa Experimental de la Universidad de Lieja. Asà que regresé a mi escuela con cierto talante de dotación teórica, cosa que creo que sigo aumentando con la práctica cotidiana entre locos bajitos.
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Alcanzada mi mayorÃa de edad silenciosa, permitidme que hoy vuelva. Lo hago a resultas de una abundante y lastimera información (la agresión a un docente denota el Ãndice de corrupción moral y familiar del agresor) vertida en este medio el pasado último dÃa de invierno, que, aunque no haya expuesto todo el estado de la cuestión, cosas abundantes y lúgubres presenta en el horizonte de nuestro sistema educativo, como para aceptar la invitación de participar por intentar mejorÃa y dirigir ánimos a otras reflexiones.
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Se sonsaca de tal información -y de otras que cualquiera haya podido ir agregando- que la vida de un profesional de la enseñanza en cualquier instituto está definida por una inevitable marca de insatisfacción, escasa efectividad, minusvaloración social, impotencia, anoxia educativa, … y otra serie inacabable de términos que no extrañan ya que a ellos se sumen el llanto y el crujir de dientes. Dicen que el Finlandia el profesor es un dios; tal vez como para recordarnos que aquà es un asceta?, un anticristo?, un fiel parroquiano?,…
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Tal es el marasmo ambiental âdicen- que habita/ocupa las aulas de los institutos, que es frecuente encontrarse en la prensa noticias cotidianas sobre problemas educativos graves. Y si la prensa acoge pródiga asuntos de esta Ãndole, nuestra sociedad legaliza hasta los errores de la prensa confiriéndoles asà certificado de verosimilitud. Aunque la prensa no supiera decirlo, hay que decir âex novoâ que la situación educativa rezume situaciones preocupantes.
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Claro que es grave la situación educativa en este paÃs y en esta región; âgraveâ en el sentido astrofÃsico de âgravitacionalâ, âgraveâ en la semántica clÃnica de âsalud delicadaâ y âgraveâ en la vulgar sabidurÃa de âtozudez atosiganteâ.
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Demos una vuelta por los alrededores.
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Observando cómo en esta última década se han consentido, aplaudido e impuesto las tácticas de las personas astutas, trepas y oportunistas ante y sobre las estrategias de los trabajadores, -que para mi opinión en eso esencialmente radica la inteligencia, en trabajar-, es comprensible y perfectamente asimilable la lección magistral que nos ofrece el panorama de la sociedad adulta. Ya se sabe: los niños, lo que ven. Y tienen bastantes láminas informativas y coloreadas de sujetos fracasados escolares que airean a diario su éxito social: siendo cada vez es más inequÃvoca la no identificación nivel académico-nivel laboral-nivel económico. El éxito profesional, el reconocimiento social o el acervo económico no se asegura con un buen expediente académico ni tras una conducta de estudiante modélico. El variado y mixto personal ha âaprehendidoâ que la escuela ha muerto y no deja herencia segura, como defendiera en los años 70 Everett Reimer.
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La familia
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DesposeÃda la familia de gran parte de la capacidad educativa que mantenÃa hace medio siglo, el universo y la institución escolástica asumió entonces, hace unos 30 años, el papel completo del binomio educación-formación llamando a diferenciar enseñanza-educación como una de las columnas elementales del principio de la dialéctica sociedad-educación.
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Ya he visto algo de lo que, al parecer, se desea: âusted me eduque a su hijo, que cuando aquà venga yo lo formoâ, que eso en mis entendederas significa lo que copio con literalidad: âlas familias «han delegado la educación de sus hijos en los profesores, y no debe ser asÃ. La educación», asegura Vivas, «corresponde a los padres, y la formación a los profesores. En los centros se puede hacer una labor complementaria educativa, pero la principal debe estar en casa».â Leyendo esto, entonces, algunos señores catedráticos de ciencias exactas e imprecisas aplaudirán al sÃndico, como también lo puede hacer la trémula profesora que acaba de superar el peliagudo sistema de acceso por oposiciones; pero desarmada de técnicas y ciencias para trabajar con un grupo de adolescentes de ambos sexos: Asà mismo, tal declaración la puede aplaudir cualquier trasgresor que no ve otra cosa que pamplinas en la PedagogÃa; aunque después comiencen cualquier conversación con el manido âpedagógicamente hablandoâ. Se explica entonces cómo la luz de las inmediaciones encienden el rótulo:âArriba la Ciencia, abajo la PedagogÃaâ, una especie de âto born for teachâ con un chorrito de âto born for despiseâ. Un refugio donde acurrucarse durante la escapada. Por eso ya uno no sabe si lo que se hace en los institutos puede ser reducible más que a una praxis pedagógica, a una âweltanschauungâ, es decir, a una determinada praxis polÃtica. (Que ahora se lleva mucho poner alguna palabrita en alemán).
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En este estado de cosas, es lógicamente permisible que la alumna centrada en el estudio adquiera con rotunda facilidad su condición negativa de âempollonaâ y el profesor que nunca sale en la tele sea un paria mediático cuando no un atontao que se refugia en la âfilosofiaâ, es decir en el prostituido amor por la sabidurÃa. (¿Habrá palabra pública más ridÃcula hoy dÃa que la palabra âamorâ?)
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Entramos entonces de lleno como si el complicado mundo de la educación pudiera resumirse en el clásico dilema de la Tabla de Carneades. Y mira que hay cosas para leer, como la variadÃsima âPonencia de la Comisión de Educación de la Asamblea de Extremaduraâ; tocho que, personalmente, he aconsejado vaya siempre en el bolso de la señora Consejera para mostrar al iletrado y recordar al olvidadizo.
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El acoso que se produce en un instituto tiene un componente social indiscutible; también familiar, también personal, social, institucional, psicológico,… pero también un componente pedagógico. La estructura y fundamento explicativo del concepto que de la PedagogÃa hoy se tiene, podrÃa cifrarse en que algunos confundimos la Navaja de Ochkam con la cuchilla de afeitar, Pestalozzi nos sugiere un tipo de pizza y Renzo Titone nos suena como afamado director de cine japonés. Asà me sigue extrañando que el orquestado feminismo no haya salido aún en reivindicación de las apuestas que hace cinco siglos hizo Luis Vives.
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Y claro está, es que los profesores finlandeses âson profesores muy preparados, tienen una exigencia formativa alta desde el principio y una formación continua a lo largo de los años de ejercicio.â Exactamente lo mismo que les pasa a los sindicalistas finlandeses.
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Gregorio Tovar Barrantes es maestro.