Lo complicado de ser gente sencilla.

 

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Ésta, nuestra tribu global-ibereuropea, tiene entre sus estructuras de formación y cohesión, el manantial de la información cotidiana que emanan de los medios de comunicación y que reconsolidan el pensamiento y los valores para que los tribunos gobiernen con cierta facilidad las tendencias selváticas de la plebe.

 

La pléyade de consejos, herramientas y fijaciones -aún siendo compleja- tiene fuertes dosis de simplicidad para que la gente sencilla llegue cómoda a la domesticación. Domesticado el miembro (lo que originariamente significa estar recluido a su domus, a su casa) la tribu adquiere mayores dotes de gobernabilidad. Modernamente, incluso se arbitran artimañas para que la casa no sea sólo ésa cosa que tiene debajo una hipoteca.

 

Creo que el proceso más audaz para la formación ciudadana pasa por fabricar una obediencia suprema a las ideas que descansan sobre el papel prensa, sobre el papel couché o sobre las pantallas. En esta obediencia, asumiendo esta fidelidad, paradójicamente así, se fabrica la coqueta “libertad de expresión y pensamiento”.

 

Sobre el pensamiento, que parece estar también en peligro de extinción, los mass-media no producen demasiadas iniciativas para el buen fomento y ejercicio; pues la fea costumbre de racionalizar y argumentar todo para que el lector consuma “razones de peso”, conlleva una inhabilitación crítica. Tan crítica, que hasta la palabra “crítica” resulta perversona.

 

Así uno contempla el titular, la gráfica y la explicación pormenorizada de que el precio del petróleo, cuando se vende por barriles, es ahora de unos 99$ y que hace unos tres meses era casi de 150$. Ha bajado su precio; y sigue bajando incluso con el acuerdo común de los países productores de reducir las extracciones para que “El Mercado” amortigue o pare la caída. Diríase que algunos santones del dios Mercado juegan a Lucifer.

 

La tribu, seguidores todos del soma petrolífero, admitimos la racionalidad mercantil de la subida de los precios de la gasolina y del diésel por aquello de acompañar “racionalmente” la carestía de los barriles. Del mismo modo, seguimos esperando a que la caída de los precios de los carburantes para nuestros vehículos vaya de la mano de la “irracional” caída del precio del petróleo en crudo. (Siempre cocinar encarece el alimento).

 

La gente sencilla no acabamos de enterarnos, no lo entendemos. Pese a las recurridas explicaciones de sabios y expertos que, por fin, sirven para ilustrar que “…es que la cosa es más compleja de lo que parece”.

¿Qué sabrá esta buena gente, que no acabamos de aprehender lo que esa gente sabe?

 

Goyo

15-sep-08

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