Aprendió a leer siendo ya niña olvidada, que había olvidado ya muchas de las cosas que saben las niñas y sólo se mantenía con los pensamientos y los actos que la cultura adulta impone para borrar la infantil.
Cuando le regalaron el libro y vio en sus páginas letras y letras, palabras y palabras como arenas en un montón, se turbó de incertidumbre. Ahora ya podía imaginar mejor la inmensidad de sorpresas que almacenarían las hojas compuestas de aquella selva de letras.
Notaba que su corazón latía con fuerza desacostumbrada; no solo sentía que estaba viva, también estaba deseosa de seguir viviendo.
Goyo
29-mayo-08