La oposición nomo/logo

 

 

 

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Nos dicen los doctos que toda la Filosofía griega marcó un método del que, hasta lo de ahora, el pensamiento libre es incapaz de evadir. Los tópicos, las dudas, las indagaciones a las que sometemos nuestra capacidad reflexiva revelan cierta pesadez diatómica: todo parece resumirse a un cierto número de dualismos (armonía-contienda, caos-orden, libertad-necesidad, simple-complejo,…) en cuya base se encuentra la distinción entre la verdad y la falsedad. Y los doctos siguen reconociendo que somos incapaces de evadir la herencia intelectual de las diferentes escuelas griegas.

 

Cuando una escuela proponía la interpretación de un problema asumiendo uno de los principios del dualismo, al poco surgía otra escuela que aireaba sus críticas adoptando un punto de vista contrario. Incluso algunas veces, una tercera escuela hacía su aparición mostrando una especie de “consenso ecléctico” que reemplazaba –o intentaba reemplazar- cualquiera de las dos concepciones originarias. Este juego de repetitivo vaivén iniciado con los filósofos presocráticos, es lo que toma Hegel para elaborar su concepto de Dialéctica.

 

Para los griegos, “eco” era la casa, la morada común; y no solo la vivienda, también la parte alícuota de la calle, de la polis y del estado. Pero en el agudo hábito de indagar las esencias y construir categorías complementarias y contrarias, observan que todo lo práctico, realista, palpable, … se regula por el “nomo”, conocimiento susceptible de cuantificación por ser magnitud comparable: el pescado, las ánforas, los olivos,… Y toda su administración y control de producción, adquisición o intercambio, se determina a través de la “eco-nomía”. Es la vertiente más práctica y tangible de la herencia clásica.

 

Para el griego clásico lo “nomos” no se completa -queda inservible- si no se le aplica el hábito de pensar, el “nomos” requiere un avance reflexivo que le conceda validez intelectual, condición helénica, fruto humano. Así, desde los primeros filósofos presocráticos, el “logos” se instala como necesidad explicativa del origen y fin de las cosas, de lo que pensamos, de lo que hacemos y de lo evitamos. El “logos” es el todo, el primer y último extremo racional, lo que da explicación a la existencia del “nomos”;.al igual que la teoría es lo que concede explicación a la existencia de la práctica. La noción predominante que impregna a toda la filosofía griega es el “logos” y así el discurso filosófico y la investigación científica aparecen estrechamente unidos. La docrina ética que nace de esta conexión ve el bien en el conocimiento.

 

Ya tenemos entonces una escueta presentación de toda la Eco-nomía y de toda la Eco-logía; esta última, pareciendo levantar la cabeza tras siglos completos donde la praxis de la avaricia y de la usura ha impuesto una evidencia tan luminosa, que apagaba cualquier intento prudente. Incluso la atrevida “solidaridad”, o la jocosa “fraternidad”, recibían suficiente ración de hielo para sofocar el ardor de cualquier peligroso snobismo. A todo el poder persuasivo del vil metal, se sumó la orquesta religiosa con sus santos padres, sus púlpitos dominicales y sus pobres, fácilmente pasando por el ojo de una aguja.

 

Goyo

15-ene-09 

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