Frente a una de las ventanas del aula, vive un ciprés tan alto como la terraza del colegio; vemos entonces a diario la compacta forma que no impide al viento enredarse entre las ramas. Uno de los pocos huecos que deja su tupido ramaje, es la ventana principal de la casa de dos palomas turcas que han venido sin papeles y se han quedado a vivir.
La reciente pareja ya ha aprendido de dónde vienen los vientos dominantes y desde dónde el sol más alumbra y calienta; así que la entrada está precisamente en las mejores condiciones. La casa y su hall son prodigio de camuflaje: cuando las palomas pasan al salón, nadie diría que allí hay una solución habitacional; y sin embargo, siguen teniendo vistas al exterior. Cuando las palomas no están, el ciprés no da señal alguna de ser albergue de dos ocupas.
Le he leído estos dos párrafos a mis alumnos y me preguntan que si son poesía; yo les he dicho que les avisaré cuando las palomas se dejen ver.
Goyo
26-feb-09