El viaje

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Huyo de Madrid hacia Extremadura pese al cariñoso trato que recibo de mis tantas y buenas amistades; el tren nos desliza por el mismo camino que el sol toma una vez despertado: rumbo al oeste. La quieta mañana distribuye a los pasajeros con tanto acierto, que el revisor presenta un aire cansino de pura confianza. A mi lado izquierdo, un grupo de tres jóvenes rompen la templanza del vagón a base de bostezos que utilizan como arma de blandir notoriedad.

Bosteza uno y ríen los otros dos y sus risotadas, lamentablemente, acercan a los tres al terreno de las imbecilidades. Comentan cómo Savater habla inglés. Aparecen los primeros indicios de que tal vez sean universitarios. Engolan la voz, uno de ellos añade además volumen extra para que se note. «Joder … ¿te diste cuenta cómo viste Savater? Viste con ropa de marca» . Y proclaman algunas prendas con tal faroleo que la universidad parece desplomarse. Que dicen que el Gallardón había dicho no sé qué cosa al oído y, naturalmente, ellos podían anunciarlo con estudiada chulería sin necesidad de usar voz callada.

Que a lo mejor querían hacerse los niñatos pero en ese intento y viaje tropezaban tantas veces en la vergüenza ajena, que la otra parte del vagón buscábamos miradas cómplices con las que compartir el decaimiento. El trío se incrusta cada vez más en un perfume sonoro repelente, suenan palabras frescachonas y risas que deben empujarse y sonrisa torcida, de labios torcidos y de miradas torcidas.

Dejan que el eco vibre al fondo del paladar, tocando la úvula y pisan los asientos como por tener algo firme. Sale de nuevo la risa falsa que sale cuando no se deja reposar el dorso de la lengua. Hablan como de un colegio. Hablan como algo del Gran Capitán. Y uno dice que tiene una prima que está bastante buena. Y hablan de las Nuevas Tecnologías. Y dicen que como eso es un servicio público se hace lo que le sale la POLLA (lo escribo con mayúscula porque la palabra la decía con todas las letras mayúsculas) y que su padre va a cazar mañana y que está hasta la POLLA de tirar y que es un escándalo cuando duerme con los ronquidos que da.

Una vez miro y uno me mira como con cara de asustado. Olían como si fueran de oro y poder, como de grandes y aumentadas fortunas venía el aroma.

«Â¿Qué hace una niña tan guapa aquí sola?» le dije mientras yo iba con la cabeza dentro de los cascos; le agarro la mano,… yo ya la conocía, yo sabía todos lo que se había comido y me dice la guarra que ya se ha comido a diecinueve tíos. La Sara y la Isabel son una guarras,… que además, yo no hago nada ¿sabes?, vienen a mí, la joputa…

El tren anuncia una parada. Se bajan los tres para que el silencio se instale en el vagón, como si acabase de coger el tren en Talavera.

Surge de nuevo el convoy atravesando llanos, entrándose en la mañana luminosa que está alumbrado allí, un poco más allá toda Extremadura; miro hacia atrás por la ventanilla y una especie de niebla de color gris mierda parece que quiere posarse sobre la ciudad.

Goyo
13-nov-06Â

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