Capello


«… el calor y la creatividad latina, pero con un orden riguroso que dejó Franco» Esa frase es una de las notas con las que el entrenador de fútbol Fabio Capello hace repaso de su estancia por este país tan nuestro.

Lo del calor es verdad, lo descubrió ya Einstein en 1905 (E=mc2; España = mucho calor). Lo de la creatividad latina, bueno,… en eso estamos a pesar de los ocho años de gobierno de Aznar. Pero que este buen señor nos quiera ahora presentar este país como ordenado y riguroso a las maneras franquistas es algo que al menos para mí merece alguna aclaración.

Cuando el señor Capello pasó por aquí su temporadita, los futboleros y no futboleros ya sabían distinguirse de los tifossi, sin necesidad de que el dictador FF hubiese regulado la práctica del fútbol dentro de los Principios Nacionales del Movimiento.

No sé si la frase del señor Capello connota añoranza de orden, añoranza de Franco o manifestación de en qué manos queda su país después de los asesinatos de los jueces Falcone y Borsalino; lo que yo pienso es que Franco dejó muy poco ordenado salvo el terror a la libertad y el intento de encuadre ideológico bajo el marco de una iglesia que lo único que mostraba de las esencias evangélicas era la cruz.

Me parece bien que los futbolistas y entrenadores se dediquen a opinar sobre políticas y políticos. El caso es que no falte libertad de expresión y se sigan dando facilidades para aclarar más las cosas.

Otro día hablaré de fútbol.

También la perdiz en celo

Nos cuenta ahí al lado Manolo Seco sus impresiones acerca de la demostrada inclinación hispana por la tortura y la muerte animal gratuita. Me confieso que yo también he sido un salvaje; muy pocas veces, es verdad, pero me confieso haber matado sin necesidad vital que lo justificase (no lo necesitaba para sustento económico o soporte alimentario). Ya no lo soy.

Por eso quizá siempre he tenido claro mi rechazo hacia la «fiesta» de los toros (un toro, en nuestra cultura patria, no ha sido nunca objeto de caza como si de un búfalo se tratase). Los toros, además de aburrirme si no tengo a mi amigo Julio Martín al lado, me presentan una estudiada y programada muerte, regulada con tanta exquisitez, que cualquier desvío es motivo de pitos contra «el maestro». El «maestro» lo es porque alecciona y conduce todo el vigor instintivo animal hacia la domesticación de la misma muerte cuando el toro muestra la cerviz.

En este campo de muerte estructurada a resultas del instinto, existe otro tipo de proceso cinegético que quizá tenga próximo su fin: La caza de la perdiz con reclamo quedará prohibida en toda España si sale adelante la nueva normativa cuyo borrador ha dado a conocer el Ministerio de Medio Ambiente.

Según el texto del anteproyecto de Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, esta práctica cinegética dejaría de tener cobertura legal; pues el artículo 112 del borrador, en su apartado «b», dispone: «Queda igualmente prohibido con carácter general el ejercicio de la caza de aves durante la época de celo, reproducción y crianza”.

Hasta ahora, y según la Ley de Conservación de Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres aprobada en 1989, esta práctica estaba permitida. De este modo, aunque también se prohibía la caza en época de celo, se contemplaba, en una disposición adicional, una excepción para la modalidad de perdiz con reclamo macho «en los lugares donde sea tradicional», como es el caso de nuestra Extremadura.

Pues bien, sobre este asunto, el señor secretario general de la Federación de Caza de Extremadura, manifestó que en este momento se está estudiando la norma propuesta para presentar las alegaciones o proponer los cambios que se crean oportunos cuando finalice el periodo de información pública. He aquí todo su argumentario según registra la prensa; de mantenerse la redacción actual del texto, «nos puede hacer mucho daño».

La modalidad de caza de la perdiz con reclamo ya ha sufrido otros intentos de prohibición, pero la movilización de los cazadores logró que se recogiera como excepción dentro de las prohibiciones en las normativas nacionales y regionales.

Para aquellos y aquellas que en algo ignoran la tendencia a sofocar el instintivo depredador humano conociendo los imperativos de conservación y sexo de la aves: tú coloca a una especie de boy el pleno territorio de mujeres guerreras y a la primera que acuda, descerrájale dos tiros mientras viene desfilando y mostrando sus encantos naturales escuchando el reclamo del perdigón.

Asfalto (4) – Terruño(3)

En nuestra España rural, en los más de ocho mil pueblos, observamos la tendencia declarada a que las jóvenes parejas tengan como aspiración vivir en una ciudad a la vez que intentan no despegarse de las esencias de los municipios de su procedencia. Paradójicamente, incluso se cultiva en las aspiraciones más valiosas de los jóvenes el ánimo de la visita, la vivencia y convivencia con gentes y cosas de pequeños pueblos.

Eso sí, lo último solo ocurre durante el tiempo del ocio “sociocultural”: los fines de semana mola encontrarse perdidos con el paisanaje, Incluso para adultos y no adultos nacidos y criados en las ciudades: lo pueblerino vende fácil el fin de semana.


Esta tendencia de apartarse del ámbito de trabajo y “huir” al campo durante el tiempo del ocio, incita a las personas a sentirse necesitadas de “una segunda opción de vivienda”; sobre todo a las personas que siguen guardando lazos familiares y una cierta posibilidad de remozar la casa de sus antepasados.


Una segunda vivienda parece imponerse como equilibrio mental, necesidad social y aspiración de muchos ciudadanos. Para aquellos ciudadanos de pueblo que desean invertir sus ahorros en una vivienda en la ciudad y para aquellos ciudadanos de la ciudad que desean invertir sus ahorros en una vivienda en el pueblo. Esta segunda tendencia se ve en buena parte frustrada porque, en la mayoría de las ocasiones, el ahorro capitalino se ha dirigido hacia el apartamento en la costa y no se han esforzado los poderes públicos por promocionar la recuperación de las viviendas de los pequeños pueblos. Hasta ahora, las modernas administraciones no han sabido, o no han podido, hacer frente a estas nuevas presiones y requerimientos.


Para colmatar la “necesidad” de la segunda vivienda, en algunos casos, se ha conseguido tras un desafío descarado a las normas urbanísticas, a las leyes de ordenación del territorio y a los principios elementales de salubridad y medio ambiente: numerosos episodios de construcciones ilegales de segundas residencias abundan sobre todo en los alrededores de las grandes ciudades.


No existe Ayuntamiento ajeno a esta problemática y, aunque son muchos los argumentos que pueden presentarse para demostrar que una construcción ilegal altera a la larga la carga impositiva del resto de los vecinos para favorecer al único que ha transgredido la norma: La generalidad del vecindario sigue creyendo que en su tierra, en su finca, en su cerca, “cada uno puede hacer lo que quiera”. Así, las consecuencias urbanísticas, medioambientales, de ordenación del territorio y de salubridad del ejercicio público empujan el actual sistema de control, al desprecio, cuando no al ridículo y a la mofa de las autoridades municipales.


Si sigue siendo considerado como valor el regresar en el tiempo del ocio a los orígenes del pueblo; tratemos de regular ayudas para recuperar y rehabilitar viviendas en los pueblos, incluso a favor de habitantes que ya tienen –incluso su VPO- en la ciudad donde trabajan. ¿Por qué no potenciar el derecho a una segunda vivienda , en algo subvencionada, si así se protege la pervivencia de las casas, de las calles y de los pueblos? ¿ No incitaría esta opción a una revitalización inmediata de los pequeños núcleos rurales? ¿ No pueden diseñarse medidas de ayuda en función inversamente proporcional al número de habitantes del municipio? ¿ No cabe imaginar que es muy posible que en un futuro cercano habrá mucha gente viviendo del negocio del ocio rural? ¿ Es demasiado atrevido pensar que estamos entrando en una sociedad con ritmo ¾, o 4/3, me es lo mismo ?


La idea crucial sería lanzar un globo de opinión de que tal gobierno regional estudia la posibilidad de fomentar la revitalización de los pequeños núcleos rurales a través de ayudas a los ciudadanos que deseen invertir en rehabilitación de viviendas ya de propiedad de sus familias, ya de adquisición propia.


El mercado de la construcción vuelve a aumentar sin sospechas de burbujas artificiales, los precios de la vivienda en las ciudades bajarían y los pueblos verían luz de futuro.

Oye, esto desde la blogosfera, ¿cómo se ve?.


Goyo
05-feb-06

Triduum versus Quatriduum

Cinco décadas atrás, toda nuestra cultura de ocio/negocio, -o de trabajo/descanso si se prefiere-, se asentaba sobre una concepción organizativa del tiempo marcada por un ritmo que era imitación del proceso creador narrado en el Génesis: se ha de trabajar durante seis días y dedicar el séptimo a oficios religiosos y al descanso.

Sin apenas darnos cuenta, la sociedad ha ido consintiendo y protegiendo significativas reducciones del tiempo destinado al trabajo remunerado según normativa laboral. Y no solo en referencia a los días de la semana, también a la reducción de horas de trabajo al día. Nótese que la capacidad de tiempo de ocio aumenta debido también a la ampliación del número de días que al año se dotan de vacación remunerada.

Las consecuencias de estos cambios tienen para mí un alcance social de extraordinaria relevancia tanto en las personas consideradas individualmente, como en los colectivos que de manera natural se conforman, en las administraciones públicas que regulan los servicios ciudadanos y en la economía nueva que comienza a despertar. Yo tengo una amiga que sólo trabaja viernes, sábados y domingos; ya es habitual el establecimiento de la turnicidad en las producciones fabriles o en la obras públicas que requieren definida urgencia, cada vez son más los servicios que se exigen con un funcionamiento más extenso de las clásicas “ocho horas”,… así encontramos numerosos ejemplos que establecen y apuntan hacia una nueva concepción del horario del trabajo y del horario del ocio y de cómo organizar ambos.

Esta brevísima descripción expresada en los tres párrafos anteriores hubiese requerido un análisis más pausado, extenso y argumentado; pero a lo que nos debe servir, amigos de la blogosfera, debe ser suficiente para iniciar un campo reflexivo de avanzadilla. Los ciudadanos de la Europa Occidental, casi sin darnos cuenta, hemos ido construyendo un tiempo radicalmente distinto a las concepciones de las culturas monoteístas de Oriente Próximo.

Existe ya una marcada tendencia a dividir la semana en dos porciones diferenciadas: cuatro días para el trabajo remunerado y tres días para el ocio profuso. Y además, para que este nuevo ritmo no atosigue en exceso, conviene romperlo de vez en cuando con festividades no necesariamente ligadas al ámbito religioso a la vez que conviene el mantenimiento de aquellas celebraciones religiosas que añaden también arritmia laboral: los “puentes” se constituyen entonces como elemento sustantivo, una especie de extrasístole benigna para el descanso de unos y el trabajo de otros.

Si a esta breve presentación de lo que considero que son nuevas tendencias sociolaborales, le sumamos las nuevas tendencias demográficas, podemos tener elementos suficientes y atractivos como para iniciar un debate de lo que parecen indicar los deseos colectivos.

Eso no podrá ser bien iniciado hasta que en el próximo post haya presentado mis hipótesis demográficas.

Juguemos al futuro para merecerlo.

Cacicones

Como fueron o son los afamados «cacicones» extremeños, o son y fueron esos «señoritos» andaluces -vergüenzas del sur-, así han irrumpido en la siempre agitada ágora política algunos sobresalientes dirigentes del Partido Popular. No se encuentran satisfechos porque no se encuentran. No desean en reencuentro con sentimientos hondos de otros políticos. No encuentran la salida elegante a su respetable deseo de cómo podrían ser la cosas.

Las cosas, hoy, preparan una inusitada y novedosa obediencia constitucional de los diferentes gobiernos autónomos; pero el «statut» se presenta ante sus asentadas comprensiones como si catalanes y no catalanes hubiesen acordado herir sentimientos ajenos. Los políticos que se dicen populares, no asimilan que esta nueva tendencia se ha solicitado por una gruesa ciudadanía, dirigida y representada por la práctica totalidad de los diferentes y numerosos grupos políticos.

Su caciconada, como si eso fuese defensa plausible, la han expuesto en partida doble, por duplicado: en la Tacita de Plata pidiendo firmas como si los gaditanos fueran míseros en iniciativas y motivos para las murgas de Carnaval, y lo han hecho vía «fashion tecnology» abriendo una encuesta en la web del PP.

La zotería de la encuesta es de tal magnitud, que siento vergüenza de que esos mismos responsables hayan tenido a todo nuestro país en sus manos y en sus mentes durante ocho años. Y el trabajo de simple indagación de César Calderón es de tal claridad y explosión de raciocinio, que huyen las dudas espantadas de tanta evidencia.
Ya no solo quedan las risas de los primerizos estudiantes de Derecho Constitucional; las mofas que sobre el referéndum se edifican, tienen el peligro de erosionar tan elevado concepto con vilezas solo imaginables por quienes aceptan la democracia a regañadientes. ¿ Por qué dar tanta materia prima a los humoristas? ¿Qué puede entender un señor por «referéndum» si tuvo una pistola en la mano y el coño en la boca para imponer silencio? ? Pero,… cómo es posible que algunos dirigentes de la derecha autodenominada democrática cometan tan burdos errores?

Los famosos cacicones de la restauración y de la postguerra manejaban los puñados de votos con sistema pucheriles; pero intentar repetir el cocido y el gazpacho con herramientos basadas en el riguroso sistema binario, es la demostración de la ignorancia supina de los actuales, es la transparencia de su concepto primario de la información, de lo democrático y del respeto.

(Por cierto, por ser más cierto, «cacique» es una palabra que reservo para ser utilizada en su sentido originario precolombino)

Goyo
01-feb-06

Estos son mis vicios



Hay hábito de hacer mal ciertas cosas y hábito de hacer las cosas malamente; de lo segundo me considero ignorante, de lo primero me confieso autor frecuente. Sentencio así el vicio primigenio que sostiene a otros muchos de los que sólo me está dado publicitar cuatro.

Vicio número dos.- Cuando los libros y sus seguidores me enseñaron (y yo aprendí) que es connatural al ser humano vivir en sociedad, adquirí el hábito de contemplar mi relación con los demás de manera y forma que suelo decir y hacer desprendiéndome de mis deseos propios por satisfacer los ajenos y así sentirme usador de lo social (abusador socialista según otros). O sea, que caigo en el error de ser un imbécil a los ojos de muchos egoístas.

Tercer vicio.- Con solo dos días de vida (mi madre me lo ha contado muchas veces) comencé una larguísima serie de graves enfermedades, todas ellas amenazantes de aquellos entierros infantiles de los años cincuenta (dindes); las superé a los cinco años de tal manera, que mi única enfermedad desde entonces es padecer una angustiosa hipocondría, agravada por las consultas malignas a las páginas de la red. O sea, que soy un cagazas.

Cuarto vicio.- Acostumbrado que me tiene el poderío femenino a la dieta de pocas roscas, me envilezco en sueños oníricos y en solicitar pase VIP al cielo de las huríes del profeta; pero que me dejen ahora disfrutar de lo agnóstico. Vamos, que soy un hipócrita sexual porque otras veces sueño con las walkirias.

Quinto vicio.- Más que entregado en exceso a los placeres, me apetecería llevar lo que Diógenes denominó vida cínica (“cínico” significaba originariamente perruno, en el sentido de vivir como los perros) vida errante, libre y dependiente de la bondad de los hombres. Pero en habiendo hombres de tantos vicios y tan repartidos, opté por no usar el tonel y adaptarme a las lámparas de neón. Soy un pobre aprendiz de cínico.

Goyo
31-ene-06

Satyagraha

Muchos colegios del mundo llamado civilizado utilizan hoy la memoria de Gandhi para avivar de nuevo en la vida infantil el valor de la Paz. También volarán palomas de Picasso a la vez que grandes y chicos se darán las manos cerrando la muralla.

Muchas ceremonias emotivas. Quizá demasiado pocas viendo cómo se comporta el mundo adulto de los alrededores.

Hoy quiero aportar una breve reseña de lo que Mohandas Karamchand Gandhi creo hace aproximadamente noventa y nueve años: el satyagraha, el arma de la verdad, la creencia firme y contundente del efecto positivo que en los humanos tiene la verdad, y de cómo así se constituye el arma más potente en contra de las injusticias. Por aquel entonces, 1907, Gandhi utiliza por primera vez ese término para referirse al tipo de lucha contra el trato denigrante que los británicos aplicaban a hindúes e indígenas en Sudáfrica. Años más tarde, funda el Ashram Satyagraha, una especie de monaterio en el que convieven varias personas hinduístas con ideas similares. (Algo así como el templo agnóstico de Las Ideas?.)

Lo que escribo por si, por un azar, los dueños del engaño y las amas de la falsedad tuvieran un día de vacación.

Goyo
30-01-06

Recuperar lo popular

Hace escasas fechas se ha cumplido el vigésimo aniversario de la muerte de Enrique Tierno Galván; desde estas páginas entiendo que podemos dedicar algún pensamiento de aquellos que nos sirvieron de alimento ideológico.

El respetado «profesor» fundó y lideró el Partido Socialista Popular hasta que se integró en el Partido Socialista Obrero Español; así, el término «popular» fue poco a poco empujado al olvido y forzado a desaparecer del vocabulario de la izquierda española de finales de siglo. Así lo quisimos y permitimos todas y todos. ( ¡ Vaya por dios ! )

Ya no sé si fue por Dios, por la Patria o por el Rey, el caso es que la astuta derecha, escondida en el principio de adaptación a las nuevas tendencias sociales, tuvo la feliz ocurrencia de restaurarse y darse brillo con tan bello y excluido término. La mayor burla que ha sufrido nuestra izquierda se ubica en el oportunismo de bautizarse la derecha en el nombre de «Partido Popular».

En ocasiones anteriores he expresado esta reflexión en mis inmediatos ámbitos: apenas causan efecto: se impone un adormecimiento silente y anodino.

En esta ocasión repito el intento en este novedoso ámbito de bitácoras, por si alguien se atreve a sumarse a la reconquista de una de las esencias notables del pensamiento de la izquierda: creer firmemente que entre las clases populares y sencillas se encuentran las mejores expresiones de valores y conductas humanas.

Perdón si no se hacerlo mejor, Don Enrique.

Goyo, 23 de enero de 2006

A toda hostia

Dejo para Manolo Seco la búsqueda que localice el momento y el ámbito en los que esta expresión fue robada de las esencias iberoapostólicas y transcurrió del vulgo sencillo de la postguerra al argot modernista.

Yo iba a mi escuela cuando el sol tibio y flácido de las cuatro horas de la tarde daba el primer anuncio serio de que la bufanda sobraba, la calefacción del coche olía a calor y las mujeres del paseo “apuntaban” sin discreción las vísperas de la primavera. (Diréis que exagero; os digo que el frío dos de enero llegaron las cigüeñas a mi pueblo y hoy, diecinueve, se ha impuesto la transparencia de los cielos de Extremadura como si anoche hubiesen visto en la 2 “Los Santos Inocentes” y quisieran resarcirse de la ignominia).

Circulaba por la amplia y cuidada Circunvalación Norte de la ciudad de Cáceres, que es la vía urbana by-pass de la abundancia desmedida de prisas y estrecheces de la ciudad provinciana que incluso en el XIX se diseñó pobremente para el tránsito de mulas y carretas. Y yo iba circulando a la velocidad del respeto, que no es otra que la recuerdan unas hermosas, visibles y limpias señales; perdón, no son recordatorias, son prohibitivas. Obligan a no sobrepasar la velocidad de cincuenta kilómetros a la hora. Curiosamente, la gente suele entender que no son obligatorias, que se puede circular a mucha más velocidad, casi a toda hostia. Y yo iba circulando a lenta confesión y disfrute de la gloria de haber dominado el tiempo que necesitaba.

Un coche negro y reluciente -como si fuese el de la pija muerte- me lanzó atrás en dos instantes y apenas me dejó saber que lo conducía una mujer a la que, también de forma instantánea, le lancé sonido y luz a su debida velocidad, que debió llegar tan pronto y tan hábilmente respondida que la fémina levantó un brazo para levantar sólo el dedo corazón mientras dejaba el resto bien apretados. Fugaz la huida, me sirvió para aprovechar la anécdota y escribir despacio sobre las aceleraciones y las obediencias.

Tenemos ya la suficiente tecnología para que una nueva función sea agregada a los móviles: la foto-radar, la foto que pueda hacerse a un vehículo y que indique e imprima en ella a qué velocidad transita justo al pasar una determinada señal de circulación. Esa foto-radar, pregunto, ¿podría ser utilizada como prueba para iniciar el correspondiente proceso sancionador?

Termino reconociéndome torpe para entender cómo se obedece con exquisito rigor la Ley Antitabaco y se tuercen de manera tan chulesca los principios de seguridad pública cuando tenemos un coche entre las manos. Debiera inscribirse en todos los coches el cartelito imborrable: “Conducir puede matar”, y otros anuncios; incluso aquel que promoviese el “Fuma a toda hostia, pero conduce despacio”.

Goyo

19-enero-06