Antes, se aseguraba que bajo el hielo de los casquetes polares, era imposible que existiese agua en estado líquido. Por la época de los sesenta, aquellos potentes radares de la Guerra Fría descubrieron la existencia de lagos de agua dulce, ocultos bajo capas de hielo de varios kilómetros de profundidad. Se pensaba entonces que el agua fluía lentamente por medio de parsimoniosas filtraciones, formando así misteriosos lagos subterráneos que desde nunca tuvieron la oportunidad de tener contacto con el mundo exterior; una especie de laboratorios vírgenes que, quizá, podrían soportar formas de vida desconocidas en este planeta tan vivo.
Hoy, la investigación basada en lo que detectan los artificios del satélite ERS-2 de
la Agencia Espacial Europea, nos asegura que aquellos profundos lagos, en realidad están intercomunicados por canales subterráneos que funcionan como verdaderos ríos. Quizá algo así como que bajo la helada Antártica existe una poderosa red que regula, intercambia y equilibra el líquido elemento con el sólido carámbano.
Otra cosa que pasa más debajo de donde yo vivo, es que se ha constituido la Gestora del Ayuntamiento de Marbella, que sigue estando en la costa, en esa cosa tan escasa que va quedando de nuestra extensa y perimetral raya marina. No han hecho falta radares ni satélites para que, desde los años sesenta, se sospechase que una densa y oculta red de subterráneas influencias comenzaba a horadar la vida pública y privada de las costas solariegas y mediterráneas.
Bajo el frío polo, la bolsa de agua más grande encontrada es el llamado Lago Vostok, que mide 250 kilómetros de largo, 40 kilómetros de ancho y 400 metros de profundidad, y contiene tanto líquido como para abastecer a una ciudad como Londres durante 5.000 años.
Bajo los muchos subterráneos costeros, bautizados y confirmados con diversos nombres, dicen que se encuentran y circulan bolsas capaces de abastecer las necesidades de cualquier pobre país africano durante cientos de años.
Caramba, no; carámbano.
Goyo
21-abr-06