Ya que no somos capaces de remediar nuestra débil inclinación hacia la verdad y hacia la bondad, los científicos -al menos- se inclinan indagando para encontrar remedios contra el cáncer, que parece presentarse cada vez con mayor certeza y mala leche. Ahora mismo me contenta la noticia surgida de un campo de trabajo londinense: su laborioso personal ha dispuesto tomates de color violáceo y propiedades altamente antioxidantes debido a que acumulan elevadas dosis de antocianina, que como su nombre indica, no la conocemos muy de cerca.
El caso es que engañaron a la flor de la tomatera añadiéndole dos genes de la dragoniana y como resultado, la coloración de la piel y de la pulpa de los tomates híbridos cambiaron del rojo habitual al morado azulón. Los ratones alimentados con estos nuevos tomates adquirieron mayor longevidad que sus hermanos alimentados con tomates coloraos; por eso se piensa, que quizá los humanos funcionen de manera similar a los malditos roedores: ya que también siendo malditos, es posible que además adquieran más tiempo para el ejercicio.
Pero eso todavía no se sabe bien.
Yo una vez aposté por la aventurada hipótesis de considerar que el fruto de la encina debe guardar secretos favorables a la longevidad; mire usted por dónde, si engañamos a las encinas en flor con las nuevas flores de la tomatera lo mismo sacamos bellotas que son píldoras “ab aeternum”. Pero no tengo tiempo para experimentar, lo empleo en escribir malamente cosas como éstas.
Para mi amigo San Tiago, siempre a la luz de los tomates.
Goyo
29-oct-08