Rompiendo cristales, cosiendo amistades

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Fue como un calentador de pies; hacía fuera un frío de esas cosas que algunas personas tienen en la entrepierna y dentro, el llenazo alimentaba el interés. Alfonso Guerra reposó un discurso de emociones cultivadas hacia su amigo Juan Carlos, con el pretexto y el contexto de la presentación del libro; y esto hizo que buena parte de la audiencia olvidase el frío de la noche y se empapase de la homilía laica de aquel librero sevillano. Habló muy bien de su parecer y pareció muy bien lo que habló.

 

Sirvió de mucho la presentación del libro “Rompiendo cristales” para crear el ambiente de cercanía en amistades para esta tierra extremeña; tierra que termina/empieza en caprichos que conviene seguir “expropiando”. Sirvió tanto que sirve de Omeprazol para digerirlo sin dipepsia. A mí me sirvió incluso para reconocer y agradecer a i/ lo que sigue haciendo por cómo le responden los amigos y por cómo lo reconocen sus mismos enemigos.

 

Pero lo que más deseo resaltar en estas reflexiones es la valentía de Alfonso Guerra para tratar el tema de la muerte tal como presentó el recuerdo de aquella parada cardíaca del seis de noviembre. Hay que hablar y saber hablar de la muerte como fenómeno real y próximo, como necesidad inherente a todo que es vida; porque es así una forma elegante de reconocerse vivo y de saberse tan útil como limitado. Ese sí que es un amigo público.

 

Hay que seguir haciendo muchas cosas, aunque sirvan de molestia, aunque supongan incomprensión. Hay que seguir rompiéndose la mollera, aunque con ella se rompa algún cristal. Se trata de tener buenos amigos.

 

Goyo

17-dic-08 

 

(i/) es la forma Twittera de decir Ibarra

 

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