Hace más de cuarenta años, había en la cacereña calle de Pintores una librería y papelería donde no solamente podían comprarse barras nuevas para los bolígrafos; también teníamos la posibilidad de recargar con nueva tinta las barras agotadas. Además, podíamos elegir entre varios colores por el mismo precio.
Aquellos años del Desarrollismo del ministro López Rodó sirvieron para que a partir de los setenta, se impusiese como norma el cambiar de bolígrafo sin haberle sacado al anterior muchas de sus casi infinitas rayas almacenadas. Con la nueva técnica social que regalaba bolígrafos al compás de mecheros, los cajones y depósitos boligraferos comenzaron a llenarse de tantos diseños y colorines que nunca nos percatábamos del albergue de barras repletas de tinta.
Bien quisiéramos durar lo que durarían sus recónditas potencialidades de escritura, …nos han regalado, hemos comprado y hemos birlado bolígrafos para escribir miles de kilómetros de líneas torcidas -quizá millones-.
No sé para que servirá; pero he conseguido obedecer aquel meme sugerido por Pau Llop y agotar hasta la extenuación la negra tinta de un bolígrado que tomé hace dos años en la sede de la Femp. El fenecido accesorio tiene grabado “Red española de ciudades por el clima”.y la última palabra que quiso escribir el sábado fue “agua”.
El domigo comenzó a llover. Vale la pena la perseverancia…
(Notaréis que no os estoy pidiendo un boli de regalo)
Goyo
21-feb-08